Unión y ambición
Cuenta la mitología griega que Zeus echó a volar dos águilas en direcciones opuestas para que al reencontrarse fijaran el centro de la Tierra, que sería señalado con una piedra denominada ónfalos. Muchos pueblos tuvieron su ónfalos para reclamar ser el ombligo del mundo, pero hubo uno que se ganó la credibilidad de todos: Delfos. Hay en esta ciudad un antiguo ónfalos, probablemente copia del original, que no nos permite entender del todo cómo funcionaba en manos del oráculo, la sacerdotisa principal del santuario de Apolo. Este oráculo era una pitonisa: etimológicamente, esta palabra hace referencia a la pitón que derrotó Apolo y yacía debajo del ónfalos. Por medio de un ritual, del que solo hay vagas ideas que hablan de vapores alucinógenos, el oráculo se sentaba en su trípode y les contaba a los distintos líderes griegos lo que querían oír. La presencia del oráculo hizo de Delfos un sitio único en Grecia. Hoy es un apasionante sitio arqueológico con la espectacular localización del monte Parnaso de fondo. Delfos fue mucho más: significó la unión de los pueblos griegos. Para todos, Delfos fue una referencia.
Otra leyenda cuenta que Apolo, en forma de delfín, llevó a un grupo de sacerdotes cretenses hasta este lugar cercano al golfo de Corinto. Sin embargo, Delfos existió previamente como santuario micénico en honor a Gaia. Cuando Apolo ganó fama sobre el 800 a.C., ocupó su lugar. Entonces empieza a crecer como símbolo panhelénico. Entre otras cosas, se celebran aquí los Juegos Píticos, similares a los de Olimpia, pero en honor a Apolo. Su primera edición en el 586 a.C. festejó la victoria de la anfictionía de Delfos, una especie de Naciones Unidas a la griega, sobre Focia. Delfos estaba en territorio de Focia, de modo que los conflictos fueron habituales. De hecho, esta fue solo la primera de las cuatro Guerras Sagradas. A fin de cuentas, aunque Delfos fuera un símbolo de unidad, controlar su oráculo era estratégicamente tentador. Aún con ello, desde el 479 a.C. el resto de polis apagaron sus fuegos reconociendo como único válido el de Delfos.
Esta ciudad fue también una de las causas de la invasión macedónica liderada por Filipo II: la tercera Guerra Sagrada en el siglo IV a.C. entre la anfictionía y Focia fue tan cruenta que agotó a los griegos y allanó el camino al macedonio. Filipo II consultó y cuidó del oráculo, que sin embargo entró en declive en el periodo romano, sufriendo dos saqueos. Finalmente, su uso fue prohibido por el cristiano Teodosio I. En esta época, Delfos tuvo cierta relevancia local tres siglos más y vio levantar una basílica. Cuando apenas vivía gente llegó la invasión de los otomanos, que utilizaron las ruinas para levantar una ciudad: Kastri. Las nuevas edificaciones y algún terremoto deformaron Delfos. Kastri era paso desde el golfo de Corinto al resto de Grecia, por lo que unos cuantos europeos la conocieron y dejaron su firma, como Lord Byron. El primer estudio fue en 1769. Aproximadamente un siglo después, con la zona bajo dominio griego y ayuda francesa, se expropió la villa para las excavaciones arqueológicas.
Delfos está levantada en la falda del Parnaso. La vía sacra que la atraviesa es una cuesta que va girando. En ella estaban los tesoros, estatuas y templos que guardaban los exvotos de las distintas polis a Apolo. Su templo, del siglo IV a.C., era el monumento principal. Destruido por Teodosio por alojar el oráculo, es de estilo dórico. Hoy solo quedan algunas columnas, pero se aprecia el trabajo para nivelar el terreno reforzado con el llamado muro poligonal, visible desde la vía sacra. El teatro está justo detrás del templo, que era el fantástico fondo que veían los espectadores. Más arriba queda el estadio, centro de los juegos píticos. En la parte inferior de la ciudad está una de las vistas más famosas, la formada por el tholos circular de Atenea Pronaia. Del siglo IV a.C., sus columnas con el fondo montañoso conforman una vista única.
Muchos de los visitantes de Delfos están en ruta por Grecia, pero también mucha gente hace el viaje de ida y vuelta desde Atenas. En bus o en tour contratado son unas dos o tres horas. Se suele combinar con el pueblo montañero de esquiadores de Aráchova o con el monasterio de Osios Loukas, ambos de camino. Los antiguos habitantes de Kastri viven en la Delfos moderna, un pueblo de servicios sin encanto. La carretera divide las ruinas en dos. La mayor parte está arriba, pero Atenea Pronaia queda abajo y es gratuito. Hay que intentar evitar las horas centrales por el calor y la multitud. El museo arqueológico es imprescindible: solo lo supera el nacional de Atenas. Entre las valiosísimas piezas destaca el Auriga de Delfos, una de las pocas estatuas griegas de bronce a tamaño natural que se han conservado.
Fotos: Andy Hay / Helen Cook
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