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Sitio arqueológico de Filipos

Sitio arqueológico de Filipos

Macedonia Oriental y Tracia (Grecia)

  • Author: info@viajealpatrimonio.com
  • Date Posted: 16 06, 2019
  • Category:

Europa paleocristiana


Incluida en el Nuevo Testamento, la epístola a los filipenses fue escrita por San Pablo alrededor del año 62, mientras estaba preso. Diez antes había visitado Filipos junto a San Timoteo y Silas. En estas cartas nombra varias veces a Epafrodito, un compañero y amigo en la labor misionera. Epafrodito visitó y atendió a Pablo durante su encarcelamiento, causado por no tener el mismo éxito que en Filipos. Esta antigua ciudad fue uno de los mayores éxitos en los viajes de Pablo. La conversión fue tan popular que hasta se considera a Epafrodito el primer obispo de la ciudad. Como mínimo, Filipos constituyó la primera comunidad cristiana en Europa. Tras la incursión de una nueva religión, en este caso el Islam a mano de los otomanos, Filipos fue abandonada y sus ruinas se fueron olvidando. A mediados del siglo XIX llamaron la atención de los franceses Georges Perrot y Léon Heuzey, aunque hubo que esperar al siglo XX para que Filipos fuera investigada y excavada. Reveló así su pasado griego y romano, más algunas de las primeras basílicas en Europa.

Basílica B de Filipos

La zona de la acrópolis de Filipos llevaba un tiempo habitada cuando la ciudad fue fundada por colonos en el año 360 a.C. No fueron los macedonios, sino griegos de la cercana isla de Talos, localizada en la bahía de Kavala. Ellos la llamaron Credides, pero este nombre duró poco. Solo cuatro años después, el gran Filipo II, padre de Alejandro Magno, conquistó la ciudad y le dio su nombre. El objetivo era diáfano: Filipos era un punto estratégico de paso al estar entre las montañas Pangeon y una zona pantanosa, hoy drenada. La ciudad fue así fortificada y militarizada. Además, en las cercanías había minas de oro y Filipos se convirtió en una fuente de riqueza en la que se acuñaba moneda. Los romanos conquistaron la región en el 168 a.C. y cambiaron la zona de influencia a Anfípolis, al oeste, por lo que Filipos declinó. Volvió a aparecer en las crónicas el año 42 a.C., pues una llanura al oeste de la ciudad fue escenario de una relevante batalla en el marco de la Tercera Guerra Civil de la República romana. Filipos fue ocupada por militares veteranos, ganando población y edificios.

Tras el paso de San Pablo, la ciudad fue paulatinamente convirtiéndose al cristianismo. No se guarda constancia de los primeros lugares de culto. Probablemente fueran pequeñas iglesias. Para las grandes hay que esperar a la legalización del culto en el siglo IV. La primera basílica, como no podía ser menos, se levanta en honor de San Pablo. Pese al título de Epafrodito, la ciudad no tendría obispado hasta ese siglo. El halo de San Pablo empujó a la ciudad, que se llenó de iglesias y plantó cara arquitectónicamente a las cercanas Tesalónica y Constantinopla. Sin embargo, plagas e invasiones eslavas en el siglo VI prepararon el terreno para el desastre del año 619: un terremoto arrasó la ciudad. No se recuperó y pasó a ser una pequeña villa. Solo recobró algo de importancia cuando, tras ser tomada por búlgaros, los bizantinos reaccionaron y liberaron la ciudad. Las nuevas murallas no pudieron evitar invasiones de caballeros cruzados, serbios y finalmente otomanos.

Vista de la ciudad de Filipos

Filipos está asentada en el monte sobre el que se levanta la acrópolis y servía para dar forma al apreciable teatro construido en tiempos de Filipo. Aún son perceptibles restos de la muralla, reconstruida finalmente por los bizantinos y atravesada por cuatro puertas. La romana Via Egnatia atravesaba de oeste a este la ciudad y suponía una de las dos calles principales. En ella estaba la zona del foro, excavada aunque poco perceptible. Sí se aprecian mejor los mosaicos de la llamada villa de los animales salvajes. Otras partes como la comercial y deportiva fueron subsumidas bajo basílicas cristianas. Es aquí donde está la basílica B, la mejor conservada. Aun quedan restos de la entrada y detalles escultóricos en algunas columnas. Se distinguen otras tres basílicas más. Una de ellas es la históricamente más relevante: la catedral o basílica de San Pablo.

Filipos está a solo quince kilómetros de la ciudad veraniega de Kavala. Tiene su propio aeropuerto y la ciudad merece un paseo y hacer noche. No obstante, estando a unas dos horas de Tesalónica es factible ir y volver en el día. En las ruinas, lo más visible son el anfiteatro, mercado, basílicas y la supuesta cárcel en la que estuvo San Pablo. Podemos subir a la antigua acrópolis, donde quedan restos de un castillo. También merece la pena el pequeño museo. Si queremos más simbología cristiana, al lado de Filipos hay una basílica moderna que supuestamente señala el punto del primer bautismo en Europa: Santa Lidia. De camino a Tesalónica hay una inmensa escultura del siglo IV a.C., el león de Anfípolis, que merece también una parada.

Fotos: Carole Raddato / Marsyas

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