Una larga historia en el Sáhara
Las montañas Acacus están localizadas en el suroeste de Libia, en la conocida como región de Fezán. Se extienden unos cien kilómetros desde la frontera con Argelia por el sur, donde la división es solo política, hasta una zona de oasis en el norte. Hacia el noroeste y nuevamente en territorio argelino queda la meseta de Tassili, un área bastante mayor. Ambos sitios comparten un paisaje de dunas de colores, arcos de piedra, gargantas y profundos wadis como el de Awiss. Estamos en pleno Sáhara y la vegetación es muy escasa. Pequeños arroyos, pozos y piscinas que recogen el agua de lluvia, las gueltas, permiten una restringida vida basada en las acacias. Ambas zonas geográficas comparten también arte rupestre, aunque la zona de Acacus parece preceder ligeramente a Tassili. En Acacus, las pinturas cuentan con hasta 14.000 años de antigüedad, según las dataciones más clásicas y consensuadas, y llegan hasta el primer siglo de nuestra era. Con tantos milenios de ocupación, el arte de la zona es el reflejo perfecto de la evolución natural y cultural en la cual jugó un papel fundamental el cambio climático.
Las montañas Acacus ocupan unos 250 kilómetros cuadrados. Han sido la base de ecosistemas de sabana, zona húmeda y praderas antes de desertificarse. Antiguas poblaciones utilizaron para cobijarse el accidentado relieve y las cuevas naturales, sobre todo en la parte central. A Acacus en la lengua local se le denomina un tadrart, la forma femenina de llamar a una montaña en lengua bereber. Solo estas etnias han podido aguantar los cambios climáticos que llegaron hace más de 2.000 años. Aunque las pinturas empezaron a ser conocidas por occidentales en el siglo XIX, cuando los italianos colonizaron la zona, hubo que esperar a 1955 para que empezaran los estudios. Fue gracias a un equipo italo-libio liderado por Fabrizio Mori y Paolo Graziozi. Se dedicaron a catalogar los distintos sitios arqueológicos en base a sus artefactos de piedra y cerámica, estructuras y tumbas. Con esa base fueron localizando temporalmente la verdadera joya de Acacus: sus petroglifos y miles de pinturas rupestres. Desde el trabajo de este equipo se repitieron las campañas para ampliar la información, labores que la Primavera Árabe complicó.
Los italianos catalogaron también el estado de conservación y amenazas de cada ejemplar de las pinturas y petroglifos. De forma natural han resistido milenios, pero la erosión ha sido históricamente un problema debido a los fuertes vientos cargados de arena. Durante el régimen de Muamar el Gadafi se fueron reduciendo los fondos para la conservación del sitio y, lo que es peor, se permitieron prospecciones petrolíferas. Estas provocan vibraciones que pueden partir rocas enteras. La falta de control también llevó a que varias pinturas fueran dañadas, algo que terminó de agravarse con la Primavera Árabe. La UNESCO lanzó un plan en 2012 para dotar fondos en la conservación de las pinturas y sobre todo en una campaña de concienciación entre la población local, con la intención de levantar un centro de visitantes para que el turismo volviera. El descontrol y el carácter premusulmán de las pinturas, sin embargo, han hecho que varios grupos integristas vayan más allá del vandalismo y directamente destruyan pinturas.
Todo Acacus está plagado de pinturas y petroglifos combinados, sobre todo en la zona central, que incluyen desde pequeñas marcas geométricas hasta complejas composiciones polícromas. Abarcan tanto tiempo que se distinguen varias fases estilísticas. Las cinco fases clásicas pudieron solaparse, pero sirven de guía. La primera o naturalista llega hasta el 8000 a.C. y se corresponde con petroglifos de mamíferos de gran tamaño como elefantes. Hasta el 4000 a.C. llega la segunda etapa que ya incluye pinturas. Se denomina fase cabeza redonda por las figuras, que parecen de corte espiritual. La fase pastoral es la más prolífica, con muchas imágenes de rebaños bovinos. Desde el 1500 a.C. se solapa con la fase caballo, en la que este animal es introducido en Acacus, que se ha vuelto semi-árido. En la última, el clima ha cambiado definitivamente y el protagonista es el animal clásico del desierto: el camello.
Ghat, histórica ciudad que fue punto de llegada de caravanas por el Sáhara, es la entrada a la zona de Acacus e incluso de Tassili, al otro lado de la frontera. Tiene un aeropuerto, algunas infraestructuras y un fuerte italiano del XIX para visitar. Hay además zonas naturales muy apreciables como el arco de piedra de Afzejare y las formaciones de Tin Khlega. La situación se ha vuelto muy compleja para la conservación y por supuesto el turismo. Antes de pretender cualquier viaje es imprescindible informarse de la situación en esta parte de Libia.
Fotos: Jim Trodel / Carsten ten Brink
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