El olor de Arabia
El incienso es una preparación de resinas aromáticas vegetales a las que se les añade algún aceite esencial. Su proceso de fabricación genera dos materiales diferentes: en uno necesitamos una fuente de calor que desprende la fragancia. En el otro, el material se quema y las brasas son las que dan olor. Estos últimos son los más conocidos y, dependiendo de la cultura, se presentan en forma de palito de bambú recubierto o en conos. Los primeros usos documentados del incienso lo sitúan en el Antiguo Egipto, donde ya tenía el halo místico y purificador que sigue teniendo hoy. La planta que se usa para fabricar incienso varía de acuerdo a la flora de cada región, habiéndose multiplicado las posibilidades según se ha expandido, especialmente por Asia. El género Boswellia produce uno de los inciensos de mayor calidad y fama, el conocido como olíbano. Su procedencia está en el sur de la península arábiga. Es también el más antiguo: hace más de 5.000 años que arranca la historia del incienso en el actual territorio de Omán.
Los primeros clientes internacionales del olíbano de la Tierra del Incienso fueron precisamente el Antiguo Egipto, donde aparece en relieves, y Mesopotamia. El olíbano aparecería después en textos tan relevantes como el Antiguo Testamento o el Talmud, pues estuvo muy presente en el Levante mediterráneo gracias a la Ruta del Incienso. De esta región dio el salto a Europa en tiempos de las Cruzadas. No solo por tierra se expandió el olíbano, pues se distribuyó vía marítima hasta lugares tan lejanos como China. Hoy, más del 80% de la producción mundial de olíbano llega de Somalia. En Omán, la producción es mucho menor, pero en este país arábigo se sigue preparando un incienso de alta calidad. Además, en su región de Dhofar es donde tendremos que ir para seguir el rastro del pasado del incienso. Tenemos toda la cadena de valor: la recogida en los árboles de Wadi Dawkah, el transporte por tierra en caravasares como Shisr y el traslado transoceánico en los puertos de Khor Rori y Al-Baleed.
Wadi Dawkah es uno de los valles más relevantes de la región de Dhofar en lo que a presencia de árboles Boswellia se refiere. La resina del olíbano se lleva recolectando con las mismas técnicas de hace siglos en un entorno natural poco modificado. Wadi Dawkah cubre casi 8.000 kilómetros cuadrados atravesados en su totalidad por varios ríos y arroyos en cuyas orillas se acumulan los olíbanos, necesitados de agua. La parte superior de las montañas se queda para las resistentes acacias. Más al norte está el oasis de Shisr, formado en una zona de caliza colapsada. Era la estación de descanso previa a afrontar el desierto de Rub al-Khali incluso antes de la expansión del olíbano. De hecho, hay quien sitúa aquí la mítica ciudad de Ubar, la Atlántida del desierto. En el siglo III a.C., Shisr era una activa ciudad, pero decayó sobre el siglo III. Las ruinas incluyen una muralla más o menos pentagonal con restos de alguna torre defensiva. Defendía dos recintos diferentes, siendo más relevante el del noroeste.
El comercio marítimo tardó más desplegarse. Lo hizo en dos etapas protagonizadas por dos ciudades. En el siglo I a.C. se funda Khor Rori, aliada del estado de Shabwa, específicamente para el comercio del incienso. Este era intercambiado por otros materiales llegados de muy lejos. A finales del siglo III, la ciudad se abandonó y quedó a merced del mar y la vegetación. Los restos incluyen un fuerte de 130×70 metros cuya zona norte está mejor conservada. Incluye lo que parece un templo, un pozo y una puerta. Aunque probablemente existía como asentamiento, Al-Baleed tomó el testigo cuando Khor Rori palidecía. Fue la ciudad grande del incienso durante toda la época musulmana hasta la llegada del imperio otomano y los portugueses. Como Khor Rori, está situada en una desembocadura. Al ser más reciente hay estructuras más reconocibles como una gran mezquita, una ciudadela y un cementerio.
Dhofar o Zufar es la región más alejada de la capital Mascate y hace frontera con Yemen, pese a lo cual es territorio seguro. Siempre fue una región muy autónoma, aunque ha cambiado desde que su capital Salalah vio nacer al actual sultán de Omán. Esta ciudad es la entrada a la región y en ella se encuentran también el sitio arqueológico de Al-Baleed y el recomendable museo de la Tierra del Incienso. En el zoco de su centro histórico Haffa, además, podremos comprar el tan preciado incienso. Fuera de Salalah todo se vuelve más agreste: tendremos que contratar un 4×4 con conductor y llevar comida. La zona de Khor Kori está a unos 35 kilómetros, cerca de Taqa. A cuarenta kilómetros, pero en dirección a Thumrayt, está tras un desvío el valle de Dawkah. Bastante más lejos queda Shisr, cuyo mayor atractivo es precisamente la aventura del viaje por el desierto.
Fotos: Giovanni Boccardi / Juozas Šalna
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