Mosaicos sin fin
Aunque existen frescos romanos espectaculares, el motivo de decoración interior romano por antonomasia son los mosaicos. Usados en edificios públicos o privados, en suelos, pero también en paredes o bóvedas, los mosaicos no son más que la unión de multitud de pequeñas piezas llamadas teselas. Estas teselas, procedentes de distintas piedras y trozos de ladrillos, azulejos, vasijas, etc. se combinan sobre un dibujo previamente concebido para representar una escena. Estas escenas, monocromas o las más de las veces polícromas, pueden ser abstractas o representar complejas escenas mitológicas, históricas, mundanas o, en la etapa final del Imperio, cristianas. Los primeros ejemplos de mosaicos romanos proceden de Delos en el siglo II a.C. Con el tiempo, los romanos fueron perfeccionando la técnica y distintos artistas se especializaron en los mosaicos. Además, muchos de estos mosaicos nos han llegado a nosotros casi intactos porque las piedras no tenían pigmentos, sino su color natural. Seguramente el mejor ejemplo de mosaicos in situ se encuentra en la villa de Casale. Esta villa campestre al sur de Sicilia suma la impresionante cifra de 3.500 metros cuadrados cubiertos por mosaicos.
Esta villa está a las afueras del actual pueblo de Piazza Armerina. Esta zona floreció en tiempos romanos gracias a su agricultura de latifundios. Esta organización del suelo agrícola, típica del sur de Europa en tiempos romanos, era lo más cercano a la agricultura industrial. Al frente de una extensión de campos se encontraba un patricio o un senador que gestionaba a los campesinos, generalmente esclavos. En el centro del terreno, este senador levantaba una villa que servía tanto para residir en ella como para las labores administrativas, recibir clientes, etc. La villa de Casale parece que se construyó sobre otra anterior del siglo I de la que no se sabe mucho, pero que pudo ser derribada tras un terremoto. Hasta el año 310, Marcus Aurelius Maximinianus fue el dirigente del latifundio de Casale. Es posible que uno de sus descendientes fuera el responsable de la nueva villa, levantada poco después sobre una loma. En el diseño se tuvo en cuenta la incidencia del sol y de los vientos.
No se sabe cuánto tiempo estuvo en uso la nueva villa, pero pudo rondar los 150 años. Durante este tiempo, la riqueza del latifundio de Casale queda patente por sus mosaicos. Tras la caída de Roma surgió un pueblo alrededor de la villa llamado Platia. La villa en sí sufrió muchos daños por los ataques de vándalos y visigodos. Los restos quedaron en manos de bizantinos primero y árabes después. En el siglo XII, un corrimiento de tierras cubrió la villa y obligó a los habitantes a fundar Piazza Armerina al lado. La villa fue olvidada, pese a que aún sobresalían algunas partes bajo tierra. Esa tierra fue cultivada como cualquier otro terreno en la zona hasta el siglo XIX, cuando empezaron a aparecer mosaicos y columnas. Arrancan entonces las primeras labores arqueológicas, profesionalizadas con la incorporación del histórico arqueólogo italiano Paolo Orsi, que llegó aquí en 1929 en uno de sus últimos proyectos. Los trabajos tuvieron continuidad hasta la década de los 50, cuando la excavación principal finalizó y se cubrió la villa con un techo protector.
La lujosa villa tiene una extensión de unos 4.000 metros cuadrados repartidos en multitud de estancias. Estas se dividen entre estancias residenciales u oficiales, pero en ningún caso había aquí producción, almacenes o residencias de esclavos. La villa está construida en terrazas para salvar la inclinación y tiene un solo piso de altura. El centro neurálgico es el peristilo o patio columnado del que parten distintas habitaciones, una pequeña basílica y las termas. Ligeramente separado, al sur hay otro peristilo elíptico con un comedor o triclinio. Los mosaicos pudieron ser realizados por dos maestros distintos, se estima que de origen norteafricano. El más impresionante es la Gran Caza con sus 350 metros cuadrados de escenas con presas de caza mayor. No obstante, en fama le gana la sala de las diez muchachas o, como se conoce mejor, las chicas en bikini. Son diez mujeres con una prenda similar a un bikini realizando distintos deportes.
Llegar a Piazza Armerina es sencillo y basta utilizar un bus desde las principales ciudades sicilianas o utilizar transporte privado. Desde el pueblo hay una línea de autobuses a la villa de Casale, situada tres kilómetros al suroeste. Es aconsejable destinar unas dos horas a la villa y utilizar una audioguía para ir interpretando las escenas. De vuelta al pueblo, este merece un paseo por su centro histórico medieval y barroco en el que destaca su enorme catedral. En agosto se celebra aquí el Palio dei Normanni, que recuerda la entrada al pueblo del conde normando Roger I en el siglo XI. Eso sí, el verano puede ser muy asfixiante en Sicilia y en la villa nos encontraremos con grandes grupos de turistas.
Fotos: Brigitte Djajasasmita / Jos Dielis
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