Barroco campesino
El barroco es un estilo artístico que suele traer a la mente recargadas iglesias y exuberantes palacios. Son los monumentos que han llegado hasta nosotros por su relevancia, pero más allá de estos, el barroco fue una auténtica moda: recorrió toda Europa, incluidas regiones que se resistían a un movimiento nacido de la Contrarreforma, y tocó todas las capas de la sociedad. Hasta las más inesperadas, como puede ser el mundo rural. Dos de las regiones que más se vieron influenciadas por el estilo fueron el norte de Austria y el sur de Bohemia, una zona denominada Hlubocká Blatská en torno a la ciudad de Česke Budejovice. Aquí se encuentran los mejores ejemplos del denominado barroco rural, caracterizado principalmente por la aplicación del estilo en los frontones de viviendas por lo demás humildes. Entre todos los ejemplos que hay en el sur de Bohemia, el más destacado sin duda es Holašovice. A la cantidad y uniformidad de frontones barrocos de sus granjas, levantados principalmente en el siglo XIX, se le une un excelente estado de conservación fundamentado en la restauración de los años 90.
La región donde se asienta Holašovice es un humedal drenado para fines agrícolas. Es nombrado por primera vez en tiempos medievales, en el siglo XIII. A finales de ese siglo, la villa es entregada al monasterio cisterciense de Vyšší Brod, en cuyas manos permanecería hasta mediados del siglo XIX. Holašovice nunca fue mucho más que una de las numerosas aldeas agrícolas que proveían al monasterio. Tuvo una relajada existencia hasta el siglo XVI, cuando la peste bubónica estuvo a punto de llevarse por delante a todos sus vecinos. Este hecho cambió el perfil demográfico de Holašovice. El monasterio repobló el pueblo con inmigrantes alemanes, que se convirtieron en mayoría. Es la razón del despoblamiento total, esta vez sí, en la II Guerra Mundial. Sus ciudadanos alemanes fueron desplazados y el pueblo quedó abandonado, sin apenas atención de las autoridades comunistas. Tras la puesta en valor de Holašovice, este vuelve hoy a ser un pueblo vivo, aunque como toda su historia de forma modesta: unos 150 vecinos.
Cuando el barroco daba sus primeros pasos, en Holašovice las cosas no eran propicias: la Guerra de los Treinta Años asoló la región. Al finalizar se inicia un periodo de bonanza para las 17 granjas que forman entonces el núcleo poblacional. Esta mejora económica fue el primer factor para la transformación barroca. La otra fue el origen de sus habitantes: en Bohemia, lo habitual eran las casas entramadas, pero los alemanes trajeron aquí tradiciones y materiales nuevos. Así llega el barroco rural a Holašovice, especialmente entre 1840 y 1880. Renueva por completo casi todo el pueblo, que no obstante conserva algunas construcciones más antiguas desde el XVII o la capilla, del siglo XVIII. Tras la época de abandono y restauración, hoy la mayoría de las casas son privadas y sus dueños las utilizan como segundas residencias.
El diseño del pueblo se fundamenta en una plaza elíptica presidida por la pequeña capilla del pueblo, un estanque artificial y una cruz. En el perímetro de la plaza se asientan las 23 granjas protegidas. Cada una de ellas mira de frente a la plaza con sus visual frontón. Tienen además edificios auxiliares como establos y bodegas y una porción de terreno cultivable. En total, sumando todos los edificios y algún cobertizo modesto, Holašovice cuenta con 120 construcciones. Los frontones son diferentes entre sí, pero una vez elegido el remate en triángulo o curvado se parecen mucho. Al fin y al cabo, los constructores de la zona no eran expertos arquitectos y la inercia en el diseño fue poderosa. En ellos destacan elementos barrocos que parten del principio de convertir la arquitectura en escultura. Hablamos de elementos puramente decorativos como gabletes y volutas, puertas arqueadas y pilastras verticales en estuco. En los interiores destacan los techos abovedados, la amplitud y la funcionalidad de los espacios. Entre las casas destacan la número 8, la más grande, la 3 y la 15.
Holašovice está a unos quince kilómetros de Ceské Budejovice, con la que está unida por autobús, y Ceský Krumlov, excursión habitual desde Praga. El pueblo es tan pequeño que no nos llevará mucho y se puede ver según volvemos a Praga. Podemos dar un paseo, tomar algo en las granjas reconvertidas en pubs, comprar en las tiendas de artesanía y visitar la capilla. Una de las casas se ha habilitado como museo agrícola que explica las técnicas ancestrales de la zona. Al sur está la reserva del bosque de Blanský. Holašovice se disfruta más en verano, cuando además hay una pequeña feria medieval.
Fotos: boris doesborg / Ron Van Oers
Comentarios recientes