La costa disputada
Hasta el siglo XV, Europa no sabía casi nada del África subsahariana. El mapamundi de Ptolomeo, por ejemplo, zanjaba toda la zona denominándola Etiopía interior. El Sáhara había funcionado como barrera física, pero cuando la navegación mejoró, pueblos como el portugués se echaron a la mar siguiendo la costa occidental. El pionero fue Enrique el Navegante, pero tras él llegaron muchos mercaderes. En 1443, los portugueses se instalaron en la costa mauritana para comerciar con dos productos: oro y esclavos. Más al sur, la cuestión sería más productiva. En 1469 se otorgó el monopolio del golfo de Guinea a Fernão Gomes, que llegó a la denominada costa del oro ghanesa dos años después. Se instaló en una zona minera de oro que llamó Elmina. Allí batalló con los españoles en la considerada primera batalla colonial, en 1479, cuando se vio que la empresa era interesante. Finalizó con el tratado de Alcáçovas otorgando la zona a Portugal, que dos años después construyó el primer fuerte europeo subsahariano. Se habían sentado las bases para que Europa se repartiera el mundo.
El territorio de Ghana no fue apenas ocupado hasta el siglo XI, cuando la etnia akan empezó a establecerse en regiones como Ashanti, que llegaría a ser reino. Ellos fueron los que empezaron a comerciar con el oro que atrajo a todos los europeos. Los portugueses disfrutaron del monopolio de facto durante un siglo en el que construyeron tres fuertes. Los primeros holandeses llegaron a finales del XVI. No es que los portugueses, relacionados con los mismos castellanos que estaban luchando con ellos, lo vieran de buen grado, pero levantaron el fuerte Nassau en 1612. Unos años después empezaron a comerciar por su cuenta y la cosa terminó como se esperaba: guerra. Ganaron los holandeses, que conquistaron el último fuerte en 1642. Otorgaron el monopolio a la Compañía Neerlandesa de las Indias Occidentales, pero habían enseñado el camino al resto: mediante la guerra se podían conseguir plazas tan lucrativas como la costa del oro, que, por cierto, producía ya más esclavos que oro.
Empezaron a llegar otros colonos. Los suecos fueron los primeros, pero su aventura fue muy puntual y los daneses tomaron sus fuertes. Los prusianos aún tardarían unos años en llegar y vendieron sus propiedades a Países Bajos. Los ingleses levantaron el primero en Komenda. Da nombre a una serie de batallas de finales del XVII que ejemplifican las relaciones entre colonos, con la participación de los nativos. Tras seis años de batallas, la presencia inglesa se asentó. Todo el siglo XVIII fue un ir y venir de alianzas entre colonos y nativos, condenados a entenderse. A comienzos del XIX quedaban tres contendientes: Dinamarca, Países Bajos y Reino Unido. Los últimos buscaron alianzas con etnias de la costa para combatir a los históricos ashanti en cuatro guerras que finalmente dieron la colonia a los británicos. Los ashanti llevaron mal que sus tradicionales aliados, los holandeses, hubieran vendido sus derechos a Reino Unido unos años antes. Como Dinamarca también vendió su parte, a finales de siglo Reino Unido era el dueño único de la costa de oro. Así fue hasta la independencia ghanesa en 1957.
Estos cuatro siglos de comercio y guerra han dejado una retahíla de fuertes europeos en unos 500 kilómetros de costa. Daneses, británicos, prusianos, suecos y portugueses dejaron tras de sí más de veinte fuertes en distinto estado de conservación. Pese a la diversidad tienen un diseño básico parecido: rectangular con bastiones en las esquinas y edificios funcionales en el interior. Hay tres que merecen el nombre de castillo. El de Elmina, São Jorge da Mina, es el más antiguo y fue construido en tiempo récord. Cambió la vida local para siempre, más cuando se convirtió en estación de paso para miles de esclavos. Algo similar ocurrió con Costa del Cabo, que data de 1653 y fue originalmente sueco, aunque pasó rápidamente a manos danesas. Estos construyeron el de Osu. Su localización en la capital Accra ha hecho que tenga muchos añadidos y hoy sea sede del gobierno del país.
Ghana no es un país que reciba mucho turismo, pero casi todos los que llegan pasan al menos por dos fuertes: Elmina y Costa del Cabo. Está muy cerca el uno del otro, ambos a unas tres horas de la capital Accra. La visita a los dos es guiada y así debe ser, pues arquitectónicamente no son extraordinarios y necesitan arreglos, pero la historia del esclavismo contada por los locales es muy sentida. El tercero de los grandes, Osu, está vetado por razones de seguridad de estado. Como casi todo el turismo llega por la capital, los fuertes se ven al comienzo o final del viaje. Ghana tiene doble estación de lluvias. De abril a junio es la más intensa y es mejor evitarla.
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