Volcán fundacional
Hay accidentes geográficos que tienen un peso cultural que traspasa gobiernos e incluso religiones. En gran parte por su actividad histórica, el monte Merapi, situado en el centro de la isla de Java, es uno. Este estratovolcán está de fondo en las postales de sitios arqueológicos tan famosos como Borobudur y Prambanan, budista e hinduista respectivamente. La última evolución cultural de Java vio el ascenso del Islam y con este varios sultanatos, pero Merapi sigue despertando la imaginación a base de leyendas formativas. Los javaneses siguen convencidos de que en Merapi habitan distintos espíritus que tienen mucho que ver con sus habituales explosiones de actividad. Para aplacar a estos espíritus, hace tiempo que se celebran distintos rituales que el Islam no hizo más que adaptar. El sultanato de Yogyakarta, situado entre el océano y el monte, diseñó en el siglo XVIII un eje cosmológico de seis kilómetros que se llenó de monumentos.
Java, isla más poblada del mundo gracias a su idoneidad para cultivar arroz, tiene su foco histórico en el centro, al menos hasta el advenimiento de Yakarta como capital moderna. Aquí, el sultanato de Mataram situó sus principales capitales, fundamentales en muchos sentidos para la cultura javanesa. Este sultanato supuso una etapa de continuas luchas internas en las que se mezclaban agentes externos, sobre todo la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales. Su poder se extinguió en 1755 dando lugar a nuevos sultanatos de menor extensión como Yogyakarta. Tomó el nombre de una histórica ciudad que ya había sido capital con Mataram y con el tiempo se convirtió en custodio de la cultura javanesa. Supo gestionar su relación con los colonos holandeses y aprovechar su relevancia en el momento de la independencia indonesia. De este modo, Yogyakarta se unió voluntariamente al proyecto nacional no sin garantizarse un tratamiento como región especial y la continuación de la monarquía, prolongada hasta hoy.
A medio camino entre Merapi e Índico, en Yogyakarta el volcán ha resultado fatal a través de erupciones y terremotos, como el de 2006. Este dañó varias de las estructuras del eje cosmológico que se estableció con el primer sultán, Hamengkubuwono, en el siglo XVIII. El eje supuso un rediseño urbano de Yogyakarta, que desde entonces está marcada por esta representación del cosmos javanés. Como el feng shui chino, la localización del eje está cuidadosamente elegida teniendo en cuenta el monte Merapi, el mar, varios riachuelos que flanquean el eje y la ligera colina sobre la que se asienta. El centro es el palacio o kraton, destino de dos caminos diferentes. Desde el sur partimos de Panggung Krapyak, un sencillo edificio de dos plantas que representa el inicio del nacimiento. Atravesando la calle Ali Maksum, con distintos monumentos y árboles cargados de simbología, llegamos al palacio, donde el niño se hace adulto. Desde el norte, por la calle Malioboro, el camino es filosófico. Parte del Tugu, una columna que sustituye a un monumento caído en un terremoto, y atraviesa varias etapas que nos preparan para enfrentarnos al Creador en su palacio, pues en la cosmología javanesa la figura del sultán es semidivina.
El propio sultán también tiene sus responsabilidades relacionadas con esta cosmología que se resumen en el sistema Tata Rakiting Wewangunan que incluye diversos rituales y prácticas culturales javanesas como la música Gavelan o el teatro de marionetas Wayang. Aquí se encuentran la mezquita Kauman, de estilo javanés sin minarete, y el complejo amurallado del kraton Ngayogyakarta, formado por el palacio real y los jardines de Tamansari. Fue levantado en el siglo XVIII como el resto del eje, pero tanto la guerra británica como varios terremotos han hecho que casi todo lo que hoy vemos sea reconstrucción. El complejo consta de dos partes separadas por una pared y una puerta denominada regol. El estilo dominante es obviamente el javanés, en el que el diseño de tejados en la tradición arquitectónica joglo tiene mucho peso. Los materiales y colores también, siendo protagonista total la madera. Todo elemento en el kraton tiene su simbología asociada.
El aeropuerto de Yogyakarta es, después del de Bali, el más frecuentado por el turismo internacional, pues aquí se encuentran los principales templos indonesios. Movernos por la ciudad, de hecho, puede ser duro por la densidad de tráfico y son habituales los motocarros becak. El foco del turismo se sitúa en la comercial calle Malioboro, parte del eje, y el kraton, cuyo complejo nos llevará un buen rato, sobre todo si coincidimos con alguna representación cultural, muy habituales en el palacio. Además de los imprescindibles Borobudur y Prambanan, desde Yogyakarta hay una infinidad de visitas recomendables como Kota Gede, antigua capital Mataram y especializada hoy en artesanía de plata, o ascensos al monte Merapi. La cocina de Yogyakarta es famosa por su toque dulce, siendo su plato estrella el curry Gudeg.
Fotos: Gino Mempin / Uwe Aranas
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