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Al-Qal’a de Beni Hammad

Al-Qal’a de Beni Hammad

M'Sila (Argelia)

  • Author: info@viajealpatrimonio.com
  • Date Posted: 22 12, 2019
  • Category:

Efímera capital bereber


Argelia es el país más extenso de África, pero cuatro quintas partes son desierto. La población se ha acumulado históricamente en su franja norte, una zona más montañosa dominada por las cordilleras del Atlas Telliano que atraviesa el país de oeste a este. Aunque buena parte de la historia del país ha discurrido entre el Mediterráneo y estas cordilleras, la meseta que se extiende hacia el sur también ha tenido sus momentos de protagonismo. Aquí se localizan ciudades históricas como la romana Timgad o el fuerte de Beni Hammad, que fuera capital de la dinastía hamadita en el breve lapso en que dominaron una amplia porción del norte de Argelia, allá por el siglo XI. En poco más de un siglo, los hamaditas fueron barridos por los almohades, pero por entonces se habían mudado de capital. Sus ruinas constituyen un ejemplo único de ciudad fortificada musulmana magrebí de esa breve época. Entre ellas se alza una de las mezquitas más antiguas y extensas de Argelia.

Restos de la gran mezquita de Beni Hammad

Parte del Atlas Telliano, las montañas Hodna se sitúan en el noreste argelino, a unos 225 kilómetros de la capital Argel. Alcanzan los 1.902 metros en el monte Tachrirt y hacia el sur se expanden en una meseta a unos mil metros de altitud. Es una región complicada en la que la aridez del Sáhara se ve venir: la humedad queda retenida e históricamente los bereberes se han tenido que arreglar para encontrar agua. Los hamaditas eran una de estas tribus bereberes en una época en la que cada dinastía se asociaba ideológicamente a uno de los dos califatos: el abasí de Bagdad o el fatimí de El Cairo. Los segundos controlaban Argelia gracias a su socia, la dinastía zirí. El ascenso hamadita partió de un cambio de alianza y la sublevación de su primer líder: Hammad ibn Buluggin. Los ziríes plantaron inicialmente cara, pero en 1018 reconocieron formalmente los territorios hamaditas. No obstante, las cosas no fueron fáciles. Los fatimíes siguieron atosigando a los hamaditas y espolearon a la temible tribu beduina de Banu Hilal a su territorio.

Antes de que sucediera, los hamaditas abandonaron Beni Hammad en el 1090, apenas unas décadas después de su fundación. Huyeron a la costa refundando la ciudad de Béjaïa, donde aguantaron hasta 1152. Su final no fue cosa cairota, sino que llegó del oeste, de mano de los almohades. Aunque por entonces Beni Hammad había sido devaluada a capital secundaria y estaba casi en abandono, los almohades tiraron abajo por si acaso casi toda la muralla. La ciudad había sido fundada en el 1007 por el primer hamadita, Hammad ibn Buluggin, cuando su hermano zirí le nombró gobernador local. Antes de declararse independiente había desarrollado un nutrido programa constructivo muy centrado en la defensa, casi como si esperara las represalias de su hermano. Embellecida constantemente durante su siglo XI, la influencia de Beni Hammad se dejó sentir en la arquitectura musulmana regional durante bastante tiempo. Las ruinas no fueron investigadas hasta los años 70 de la mano de Rachid Bourouiba y Lucien Golvin.

Ruinas de Beni Hammad

Lo primero que destaca en Beni Hammad es su entorno natural, pues la ciudad se encarama en las faldas de las montañas Hodna. Aún sobreviven tramos de los siete kilómetros de murallas que protegieron en su día la ciudad-fortaleza. En el interior de la ciudad, muy deteriorada, destacan los restos del castillo, la mezquita y el palacio de los hamaditas. Del castillo lo hace sobre todo su localización en lo alto de la ladera, orientado para controlar la meseta. La mezquita, inspirada en la de Kairuán, es la segunda en tamaño del país, solo por detrás de la de Mansourah. Mantiene en pie solo su minarete de tres cuerpos de 25 metros de altura que recuerda a la Giralda de Sevilla. El complejo palaciego tiene tres zonas de las que la principal es Dar El Bahar. En sus patios hubo una gran piscina de 67 por 47 metros en la que se utilizaban barcas. Se accedía a ella por una puerta monumental y en su lado oeste había un jardín terraceado.

Beni Hammad es una visita muy poco habitual en Argelia, así que lo habitual será no encontrar a un solo turista. M’Sila es la ciudad más cercana, aunque a unas dos horas está Setif, ciudad más visitada desde la que podremos encontrar transporte privado. La razón del poco turismo es que queda poco en pie, pues Beni Hammad ha sido utilizada como cantera durante siglos. Su vista más famosa es el minarete, al que se puede subir para ver las vistas. El viaje lo podemos enriquecer con los paisajes del camino y añadiendo alguna excursión natural si el calor lo permite. Los museos de Argel, Constantina y Setif conservan los artefactos arqueológicos de la ciudad.

Fotos: Habib kaki / Michel-georges bernard

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