Arroz en vertical
Más de cincuenta millones de personas hacen de la isla filipina de Luzón la cuarta en población del mundo. En esta diversa isla se encuentran tanto la inmensa Manila como zonas rurales como la Cordillera Central. Aquí se distribuyen el millón y medio de individuos englobados en las etnias igorot, cuyo factor común es su histórica defensa de su cultura desde la era colonial. Uno de los pueblos igorot más famoso es el ifugao, cuyo rasgo cultural más visible son los arrozales en terrazas. Igual que otros pueblos como los chinos hani, los ifugao recurrieron al terraceo para el problema de cultivar arroz en una región de clima idóneo, pero relieve excesivamente vertical. Las terrazas de los ifugao están entre las más antiguas, escarpadas y a mayor altitud que existen. Su conservación durante generaciones ha sido posible gracias a un sistema social que ha primado el sentido comunitario sin necesidad de centralizar el poder.
Cuántas generaciones llevan terraceando la cordillera filipina está sujeto a debate. Algunos afirman que son cerca de 2.000 años, mientras que otros no le otorgan ni mil. La transmisión oral de padres a hijos de la tecnología y sistema han impedido que se pueda concretar. Sí está claro que las terrazas son precoloniales. De hecho, se considera el rasgo cultural menos mediado por la colonización iniciada en el siglo XVI. El primer documento que nombra las terrazas de los ifugao es de 1801, aunque en él se habla de un sistema que viene de atrás. Por entonces se había cambiado el cultivo dominante, con el arroz sustituyendo al taro. Los ifugao se resistieron tenazmente a ser aculturados y abandonar su gobierno basado en el amama-a, un concilio formado por los líderes de los ifugao. Este régimen había permitido un contexto en el que los conflictos eran mínimos entre ellos y en su relación con otros grupos igorot.
Tras resistirse a españoles primero y japoneses durante la II Guerra Mundial, finalmente los ifugao se han visto tentados mas sutilmente. El éxodo rural de los jóvenes ha puesto recientemente en peligro los ancestrales arrozales, pues la hidrología requiere mantenimiento continuo. Afortunadamente, la acción del gobierno está salvando los principales paisajes. Este éxodo se unió a otros problemas, como la deforestación, que muestran la sensibilidad del sistema de terraceo. El componente clave es el agua, que llega desde las zonas boscosas por encima de los cultivos. Denominadas muyong, son gestionadas por los ifugao. El agua se distribuye con un sistema de presas, esclusas, canales y tuberías de bambú hasta llegar a los cultivos. Dos cualidades hacen diferentes a estos arrozales: su altitud entre 700 a 1.500 metros marca el tipo de arroz cultivado y la inclinación de hasta setenta grados del terreno supone retos específicos en la cosecha. También en la construcción del arrozal, basada en muretes de piedra seca, drenaje y estratos para evitar los corrimientos de tierras.
Alrededor de los campos se localizan las pequeñas aldeas ifugao, cuyo tamaño puede ser tan pequeño que todos sus miembros pertenezcan a la misma familia. Las más auténticas se distribuyen entre los arrozales de Batad, Bangaan, Mayoyao, Hungduan y Nagacadan. Son características sus viviendas bale, construidas con materiales totalmente orgánicos y un diseño funcional: cuatro postes de madera para elevar del suelo la vivienda y evitar roedores, una sola estancia y techo piramidal. El acceso es con una escalera retirada por la noche. Alrededor del cultivo del arroz, los ifugao han elaborado un universo ritual que incluye esculturas de madera denominadas bulul y los cánticos hudhud. Estos complejos y larguísimos cánticos son dirigidos por las mujeres ifugao y versan sobre temas épicos de las tribus. La progresiva conversión al catolicismo y la mecanización del trabajo han puesto también en peligro los cánticos hudhud. Otro ritual es el punnuk, en el que dos equipos tiran de una cuerda con el río Hapao entre medias.
Los arrozales de Filipinas son uno de los lugares de referencia del país, algo que favorece la conservación de las terrazas, pero también resta autenticidad a ciertas aldeas. Banaue es la localidad más conocida por los turistas. Se llega por carretera desde Manila o Vigan, dependiendo del recorrido. Lo habitual es dedicar un día completo a visitar varios arrozales moviéndonos en yipni, Jeeps modificados como autobús. Los cinco arrozales de referencia son solo algunos de los muchos que hay. De ellos, Batad es el más visitado. Además de ir a puntos con vistas panorámicas se suele visitar alguna aldea para ver las viviendas bale. Hay también un museo de escultura bulul con ejemplares históricos y se pueden comprar ejemplares modernos. En esta región es habitual visitar Sagada por sus sarcófagos colgados y Bontoc por su museo etnográfico. De mayo a septiembre es estación lluviosa. Lo mejor es llegar aquí justo al acabar para ver los campos inundados y verdes.
Fotos: BORIS G / Jacques Beaulieu
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