Europa se mueve
Desde 1987, el Consejo de Europa nombra periódicamente las principales rutas culturales históricas del viejo continente. La primera que eligieron no podía ser otra que el Camino de Santiago. Esta ruta funcionó como una especie de unión europea medieval. No política, por supuesto, pero sí cultural. Hasta entonces, del norte solo habían bajado hacia el Mediterráneo invasores bárbaros. Ahora era distinto. En todos los sitios de la Europa cristiana, la gente se ponía en marcha con un objetivo fijo: Santiago de Compostela. Por el camino dejaban un reguero de nuevas ideas. Así se transmitieron primero el románico, después el gótico y durante todo ese tiempo nuevas formas de hacer liturgia e incluso tendencias musicales como los cantos Gregorianos. Santiago de Compostela se convirtió en un destino a la altura de Roma y Jerusalén. Los miles de peregrinos que llegaban a este extremo del continente confluían en la península ibérica en dos vías principales: el famoso Camino Francés y el del Norte. El legado del Camino no es solo intangible: hostales, puentes, iglesias, caminos, etc. cambiaron el paisaje en las regiones que tenían la fortuna de recibir a los peregrinos.
Todo comienza sobre el 830, cuando se encuentran los supuestos restos de Santiago en un bosque gallego. Toda una ciudad se levanta sobre la tumba: Santiago de Compostela. Poco a poco empiezan a llegar peregrinos. Lo hacen sobre caminos antiguos, sobre todo por rutas comerciales de tiempos romanos. El impulso definitivo llega en los siglos XI-XII gracias al apoyo del Papa Calixto II. Suyo es el Códice Calixtino elaborado en la abadía de Cluny, que incluye una suerte de guía de viajes medieval para los peregrinos. Órdenes y figuras religiosas como Domingo de la Calzada trabajan junto a los reinos implicados para hacer del Camino una ruta confiable. Aún formando parte de la Vía Regia europea, los asaltos son habituales y algunos peregrinos llegan al destino gracias a la caridad. La cosa empeora: guerras de religión, peste negra y problemas políticos hacen que el Camino decline desde el siglo XIV hasta finales del XX. Hoy ha retomado vida como ruta no solo religiosa, sino cultural y turística, contando sus caminantes en cientos de miles.
Un porcentaje mayor llega desde Puente La Reina, donde confluyen las cuatro vías del Camino Francés. Tres lo hacen desde Roncesvalles, punto de partida clásico para el peregrino español desde el que tiene 800 kilómetros por delante. En este Camino Francés fue en el que se levantaron muchas de las infraestructuras de la época, como el hostal San Marcos de León. En algunos casos, la identificación llegó hasta el nombre, como en Hospital de Órbigo. Este Camino Francés deja atrás Puente La Reina para atravesar la región vinícola de La Rioja y adentrarse en la meseta norte, la Castilla más pura. Son tres provincias cargadas de románico, como en el valioso sur de la provincia de Palencia, y de gótico, como en las catedrales de Burgos y León. Tras dejar la comarca del Bierzo leonés con la apreciable Villafranca, el Camino afronta las etapas finales en Galicia. A la altura de Melide es donde se junta con el Camino del Norte, justo antes de entrar en Santiago.
Aunque más que Camino del Norte, hay que hablar de Caminos por sus variantes. Estos Caminos no son una modernidad, sino que se consideran el camino primitivo. No en vano, en las primeras peregrinaciones Castilla era territorio musulmán. Estas rutas arrancan en la frontera vasco-francesa, Irún, para atravesar regiones entre el mar y la montaña: es un camino más verde y ondulado. De País Vasco pasamos a Cantabria y Asturias oriental. En Oviedo, la capital asturiana, el Camino se divide en dos variantes: la primera sigue pegada a la costa hasta entrar en Galicia por Ribadeo. La segunda es más montañosa y entra por Fonsagrada, con el añadido de atravesar Lugo. Todos los Caminos pueden extenderse opcionalmente hasta el cabo de Finisterre.
El objetivo original del Camino era obtener la compostela tras escuchar misa en la impresionante catedral gallega. Dos condiciones se han de dar: haber llegado andando, en caballo o en bicicleta y haber hecho una distancia mínima, cien kilómetros si es a pie. Sarriá es tradicionalmente la localidad de partida de esta ruta exprés. Si vamos a más tenemos que decidir qué gran ruta tomar. Si optamos por el Camino Francés hay que evitar el verano, mejor momento para el del Norte. Si nos acreditamos nos irán sellando cada parada, lo que nos dará derecho a comidas y alojamientos asequibles. Símbolos más tradicionales son las calabazas y las conchas de vieira, que marcan la dirección del Camino en media Europa. Cuando el 25 de julio cae en domingo se denomina año de Jubileo. Son años especiales de perdón y aglomeraciones en el Camino, que multiplica sus peregrinos.
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