Eterno Carlomagno
La figura de Carlomagno se encuentra entre las más influyentes en la historia europea. Simboliza como ningún otro personaje histórico la ambición de unir distintos pueblos bajo un mismo gobierno para ganar fuerza y eliminar disensiones. Todo comenzó en el 800. Entonces, Carlomagno era rey de los francos y lombardos, pero ese año fue coronado emperador por el papa León III unificando todos los territorios católicos por primera vez en tres siglos, aunque también alejando definitivamente a la Europa bizantina ortodoxa. Tiempo después nació el Sacro Imperio Germánico, cuyos dirigentes recordaron la herencia de Carlomagno coronándose aquí desde el siglo X hasta 1531. Este falleció en el 814 y fue enterrado en su Capilla Palatina de Aquisgrán, su capital favorita. Esta capilla, de paradójica inspiración bizantina, formaba parte del entonces palacio de Carlomagno, pero hoy es el corazón de una de las catedrales más antiguas de Europa. Los siguientes 1.200 años fueron un continuo enriquecimiento de la catedral, que conserva valiosísimas piezas.
Aquisgrán, símbolo de Europa occidental, es la ciudad más occidental de Alemania, haciendo frontera con Bélgica y Países Bajos. Nace en sus inicios al calor de sus aguas termales, donde los celtas veneran al dios Grannus. Este explica la mitad del nombre actual que se completa con los romanos, Aquae Granni. Fundada por Adriano en el siglo II, su función no varió y fue una ciudad balneario tras canalizar aguas y levantar termas. A finales del siglo IV, Roma perdió el control de Aquisgrán y poco después pasó a manos francas. Pipino el Breve fue el primer rey en fijarse en Aquisgrán por sus aguas, pero también su estratégica localización. Su heredero Carlomagno pasó sus primeras navidades aquí en el 768 comenzando su idilio con Aquisgrán. Ser enterrado aquí terminó por encumbrarla, aunque también la identificó como botín a capturar. Tras el fin de las coronaciones en Aquisgrán con su traslado a Fráncfort, el rol cambió hacia el comercio perdiendo influencia política. Tras las guerras de religión del XVII fue reconstruida casi totalmente en barroco.
Otro momento sensible fueron los bombardeos de las II Guerra Mundial, que afortunadamente apenas afectaron a la catedral. Esta nació como parte del palacio gracias a la Capilla Palatina consagrada el 805. Este palacio diseñado por Eudes de Metz finalizó la costumbre de tener una corte itinerante. Con el paso del tiempo, sin embargo, el palacio fue desapareciendo, incluidas las partes que rodeaban la capilla, usadas por los clérigos al cargo. La capilla tuvo mejor suerte, aunque no los restos de Carlomagno. Federico Barbarroja los guardó en el siglo XII en un relicario para llevarlos ante el papa para su canonización, pero terminaron esparcidos por el imperio. El propio Federico, tras la canonización y el despunte del peregrinaje, terminó por ampliar la capilla con un coro gótico. No fue la única ampliación en este estilo. En el 1355 se añadió una capilla a la que siguieron otras, una cúpula y la aguja que corona la construcción.
En la catedral hay por tanto dos estilos. El corazón es la Capilla Palatina, cuyo diseño copia el de la basílica de San Vital en Rávena. Su estilo parte del bizantino, pero con el toque personal de Eudes de Metz en una suerte de prerrománico. El original plano es un octágono interior de gruesos pilares soportando la bóveda de 38 metros de altura. Este está rodeado por un circuito exterior que soporta la galería del segundo piso, el Hochmünster. La capilla es un ejemplo de spolia al utilizar columnas de templos antiguos en Colonia, Roma y Rávena. Los detalles de bronce en el piso superior son originales, mientras que los mosaicos no soportaron el paso del tiempo. El bronce es también protagonista de las puertas del Westwork, de arquitectura principalmente carolingia, pero toques ya góticos, estilo del coro. En la catedral destacan además varias obras medievales de incalculable valor como el trono original de Carlomagno, el relicario Marienschrein del XIII, el candelabro de techo de Barbarroja, el ambón del XI o el antependium Pala d’Oro del XI.
Por su localización, Aquisgrán puede formar parte de un viaje por Bélgica, Países Bajos o el oeste alemán, pues está a menos de dos horas de Bruselas y una de Colonia. Cuenta con unos 250.000 habitantes, pero su centro es fácilmente paseable. La catedral tiene entrada gratuita, pero merece la pena pagar por la audioguía, permiso para fotografías y el valioso tesoro, que incluye varios manuscritos medievales, una especialidad en la Aquisgrán medieval. El tamaño de la Capilla no es muy grande, así que mejor evitar horas concurridas. Además de la catedral, el ayuntamiento medieval merece la pena. El mercado de Navidad es muy famoso y momento ideal para probar el pan de jengibre local, Aachener Printen. En Aquisgrán siguen siendo famosos los spas y es tradicional beber agua ligeramente sulfurosa de Elisenbrunnen.
Fotos: ThomasWolter / Luanna Strawbridge
Comentarios recientes