Bastión cristiano
Entre África y Europa, Malta ha visto pasar a todo tipo de gobernantes, muchas veces vinculados con Sicilia. En 1091, normandos sicilianos expulsaron a los musulmanes creando la base noble de la isla, convertida en condado y marquesado. Con los musulmanes acechando, la isla fue un fortín. Más aún en 1530, cuando el emperador Carlos V cedió la isla a los caballeros de la Orden de San Juan de Jerusalén tras su expulsión de Rodas con el único pago de un halcón maltés anual. En 1565, los otomanos pusieron a prueba la valía de los caballeros en plena carrera bélica entre ambas religiones por el dominio del Mediterráneo. Tras la celebrada victoria cristiana, el Gran Maestro de la Orden, Jean de Valette, mandó construir una nueva ciudad fortificada previendo un contraataque. Pidió ayuda logística y económica a las potencias cristianas y estas respondieron. Malta se había convertido en un símbolo de resistencia. Entre todos levantaron la que sería capital de este pequeño estado, La Valeta, una de las ciudades más fortificadas en la Europa Moderna.
Dijo Voltaire del asedio de 1565 que nada estaba más documentado. Ante todo fue una demostración de potencia y cooperación de las potencias cristianas frente al avance otomano, que desde su toma de Constantinopla tenía tocada a la religión dominante europea. En 1551, la isla maltesa de Gozo había sido tomada y sus habitantes esclavizados. Se esperaba un gran ataque. Las preparaciones se centraron en reforzar la isla y en incursiones desastrosas como la batalla de Djerba, que debilitó a los cristianos. Cinco años tardaron los otomanos en atacar, un fallo de cálculo que dio vida a su enemigo. Los espías anticiparon la preparación, aunque las fuerzas estaban descompensadas. Se igualaron tras la toma del fuerte San Telmo, que costó muchas bajas a los otomanos. El verano les desesperó y tras este llegó el Gran Soccorso, la ayuda de tropas españolas que junto a los caballeros causaron miles de bajas y una victoria incontestable. Inmediatamente se iniciaron las obras de La Valeta con la simbólica iglesia de Nuestra Señora de las Victorias.
Francesco Laparelli, arquitecto militar del Papado, fue enviado para diseñar La Valeta sobre la escarpada península de Sceberras, rodeada por dos puertos naturales y encabezada por el derruido fuerte San Telmo, reconstruido y modernizado. Laparelli y su colaborador Girolamo Cassar diseñaron el tejido urbano en rejilla renacentista, pero sin una zona específica para edificios institucionales. Todo el recinto fue profusamente amurallado, de forma que La Valeta pareció casi más una extensión de San Telmo, inspirando a otras ciudades defensivas como Luxemburgo. La construcción fue muy rápida y en solo cinco años el Gran Maestro se mudó a su nuevo palacio y tras él las distintas lenguas, caballeros distribuidos según su procedencia. En 1636 se decidió reforzar aún más las murallas con la línea floriana, que terminó por configurar un nuevo centro urbano. La Valeta nunca fue tomada, pero los caballeros se rindieron a Napoleón iniciando la historia moderna de Malta, muy marcada por la presencia británica.
Estos modernizaron la ciudad, instalada en su base manierista retocada en barroco en tiempos del Maestro Pinto da Fonseca. Probablemente su proyecto más ambicioso, la Ópera Real, fue derruido en una II Guerra Mundial que afectó bastante a La Valeta. Afortunadamente sobreviven en su centro más de trescientos monumentos, incluidos varios del siglo XVI. La catedral de San Juan es prototípica: exterior manierista y deslumbrante alto barroco en el interior, obra principalmente de Mattia Preti. Cada lengua tenía su capilla, igual que su albergue. Estos eran también manieristas con toques barrocos, salvo el de Aragón, puramente manierista. Otros como el de Italia se reformaron parcialmente y otros como el de Castilla totalmente. El palacio del Gran Maestro, curiosamente, es uno de los edificios más austeros. Destacan también la antigua Sacra Infermeria, gran hospital en su día, y el teatro Manoel, uno de los más antiguos de Europa.
El centro histórico de La Valeta apenas está poblado, pero la zona metropolitana es muy amplia. Desde el aeropuerto podemos llegar en autobús o en coche, para lo cual es mejor aparcar en Floriana. Las mejores vistas de la zona se consiguen desde los jardines Barrakka de arriba y desde el mar tomando un ferri, por ejemplo a Sliema. En el museo arqueológico dan audioguías para visitar la ciudad, llena de cuestas y escaleras, pero manejable a pie. Hay multitud de museos y sitios que visitar. Entre los primeros es aconsejable el de Interpretación de las Fortificaciones, más interesante incluso que el fuerte San Telmo. Obligatorio es entrar en la catedral, con un museo de Caravaggio en el museo anexo. El Carnaval, popularizado por los Caballeros, es una de las mayores fiestas en Malta y La Valeta.
Fotos: R.I. Pienaar / James Walsh
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