Jerusalén excavada
Durante toda la Edad Media recorrió Europa una leyenda que hablaba de un rey cristiano en las Indias llamado Preste Juan. Se propusieron multitud de localizaciones para tan particular reino, pero nadie lo encontró jamás. Una de ellas fue la denominada tercera India o Etiopía, especialmente desde que los primeros navegantes portugueses empezaron a llegar a esta región. Uno de ellos, el misionero Francisco Álvares, hizo la primera descripción exhaustiva del reino, conocido en Europa como un reducto cristiano rodeado de musulmanes. Álvares se refirió a Etiopía como el reino del Preste Juan, que bien pudo identificar con Gebre Mesqel Lalibela, uno de los principales líderes de la dinastía zagüe. Cuenta la tradición que este rey tuvo una visión de la captura de Jerusalén y quiso construir una Nueva Jerusalén en sus dominios. Así habría nacido Lalibela, cuya primera descripción pormenorizada debemos a Álvares. Además de ser la antigua capital, este lugar alberga once fantásticas iglesias que suponen la mayor concentración de iglesias excavadas del mundo.
Pese a lo afirmado tradicionalmente, hoy sabemos que Lalibela ni se construyó en solo 24 años, ni de hecho fue fundada por este rey. La falta de fuentes, no obstante, ha complicado la labor de investigación. Parece haber consenso en que las primeras estructuras fueron excavadas en tiempos aksumitas, quizá tan pronto como el siglo VII, y que sus primeras funciones pudieron ser como residencias reales. La conversión definitiva como ciudad santa habría llegado con el rey Lalibela a finales del XII. Coincidiendo con la captura de Jerusalén por Saladino, Lalibela fue rematada bajo las órdenes del rey y su diseño señalado como una representación de la ciudad santa. Se refleja tanto en el nombre de las iglesias como del río que atraviesa la ciudad: Jordán. También en el interior de algunas iglesias como Biete Golgotha, donde hay una réplica de la tumba de Cristo. De la antigua ciudad de Lalibela sobreviven también dos viviendas típicas denominadas tukul, construidas de arenisca con forma cilíndrica y techo de paja.
La arquitectura de Lalibela es realmente macroescultura. El lecho de roca basáltica del macizo Abuna Yosef se horadó de arriba a abajo, primero delimitando el perímetro de cada edificio y excavando su estructura principal para luego vaciarlo por dentro y rematarlo con decoraciones exteriores. Fue clave tener bajo control el agua, tanto de la lluvia como de acuíferos, para lo que se horadaron sistemas de diques y canales de drenaje. Aunque el diseño fue exitoso, el paso de los siglos ha llevado a la erosión de los exteriores, auténtico quebradero de cabeza en la actual conservación. En algunos casos se ha solucionado con techados tan temporales como inestables. Con Biete Ghiorgis al margen, las otras diez iglesias están dispuestas en dos grupos muy cercanos entre sí. Están todas unidas con caminos también excavados que además dan acceso a catacumbas y almacenes. Todas las iglesias tienen planta basilical o cruciforme y siguen estilos y tradiciones ortodoxas. Puertas y ventanas tienen distintos estilos, incluido el aksumita, especialmente presente en Biete Amanuel.
El interior de las iglesias presenta techos planos y abovedados y arcos semicirculares. La decoración con relieves es fundamentalmente geométrica, con ejemplos más naturales en Biete Golgotha y Biete Mariam. Esta última, considerada por muchos la más antigua, conserva también los mejores ejemplos de pinturas al fresco en el interior. También hay en Lalibela objetos como la cruz procesional, venerado objeto resguardado en Biete Medhani Alem. Esta iglesia de cinco naves no es solo la más grande del conjunto, sino que está considerada la iglesia monolítica más grande del mundo. Pese a ello, la más famosa de todas, utilizada habitualmente como prototipo, es la aislada iglesia de Biete Ghiorgis. Bien conservada, ocupa un hueco cuadrado de 25 metros de lado y penetra 30 metro hacia abajo. De acusado diseño cruciforme, la iglesia se eleva sobre un pedestal escalonado y solo es accesible a través de un estrecho túnel.
Lalibela es el destino de referencia para todo viaje cultural a Etiopía, pero también un sitio vivo con una nutrida comunidad monástica que recibe multitud de peregrinos, especialmente en las Navidades. Esta pequeña ciudad tiene por ello aeropuerto propio, aunque muchos viajeros llegan en ruta por el país. Las once iglesias son visitables con una entrada común de elevado precio. Se puede contratar aparte un guía oficial, recomendable para entender el contexto espiritual de Lalibela. Como todas están cerca entre sí es factible realizar la visita en un intenso día. Es también buena idea intentar asistir a una de las habituales misas celebradas. Cerca hay otras iglesias y monasterios que merecen la pena como la aksumita Yemrehana Krestos, construida en una cueva. Situada a más de 2.000 metros de altitud, en Lalibela hay que evitar por las lluvias los meses de julio y agosto.
Fotos: Rod Waddington / Pierre
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