Orígenes del té
Después del agua, la bebida más consumida en el planeta es el té, formalmente Camellia sinensis. Aunque no la más antigua, su consumo en diversas formas está atestiguado desde hace mucho tiempo. Primero recolectado y masticado y tiempo después hervido. Esta forma de consumo equiparable al café fomentó las primeras plantaciones, que durante mucho tiempo estuvieron limitadas al área geográfica donde nació, entre la frontera de China y Myanmar. El despegue del comercio mundial en el siglo XVI lo expandió por grandes regiones como el mundo musulmán y Occidente, lo que llevó a multiplicar su producción en países como India. Con todo, China no solo sigue siendo el principal productor, sino que supera a los siguientes nueve productores juntos. Las plantaciones requieren unas condiciones ideales de acidez del suelo, temperatura y pluviosidad, sumando la altitud si queremos aspirar a variedades prestigiosas. Aunque de crecimiento lento, las plantas a unos 1.500 metros de altitud son las más apreciadas. Es justo lo que ocurre en Jingmai, una de las zonas más tradicionales.
Más allá de leyendas, las primeras pruebas de consumo de té bebido proceden del siglo II a.C., también época del primer documento que habla de su plantación en Sichuan. Procedería de la región al sur, Yunnan, donde zonas como Jingmai tienen una tradición productiva desde el siglo X, durante las dinastías Tang y Song. La etnia Blang fue la primera, seguida por la etnia Dai en el siglo XIV. Estos trajeron nuevas tecnologías agrícolas y procesado del té que impulsaron la producción y calidad. Desde 1406, el té de Jingmai se convierte en tributo, es decir, té que se ofrece al emperador en su honor, algo reservado a los cultivos más elevados. Esto multiplicó la superficie cultivada y las aldeas alrededor de los campos creando la imagen que vemos hoy. Imprescindible para ello fue también la incorporación de Jingmai a la antigua ruta del té a caballo, orientada a facilitar su transporte hasta las zonas más pobladas. Este cénit del té en la región se prolongó hasta 1949.
Entonces, la agricultura estaba sufriendo un proceso de mecanización orientado a mejorar la producción y Pu’er no fue menos. Las laderas de Jingmai fueron terraceadas para ampliar la superficie cultivable, pero el plan de los ingenieros agrícolas no funcionó. Las plantas tradicionales, algunas con 200 años, empobrecieron su rendimiento por el aumento de los parásitos. Las innovaciones se revirtieron devolviendo a Jingmai su carácter de cultivo tradicional con el objetivo de preservar su calidad. Lo que sí se modificó fue la administración de las plantaciones, con una modernización parcial orientada a una gestión en la que religión, tribu y gobierno están separados. También se han incorporado al paisaje elementos modernos para el procesado y secado del té recolectado, pero se están procurando limitar apostando por la arquitectura tradicional en madera. Forma parte del plan urbano establecer límites al crecimiento de las aldeas con límites legales que vayan más allá de los tradicionales, configurados por accidentes geográficos.
Estos accidentes dividen en tres zonas productoras las montañas Jingmai: las colinas Baixiang, Nuogang y Mangjing. Alternando con zonas de bosque puro y aldeas, entre ellas se localizan los cinco bosques tradicionales del té de Pu’er. En estos se practica un tipo de cultivo específico basado en capas verticales: árboles altos, árboles de té y plantas herbáceas en la parte inferior. Las interacciones entre las tres capas facilitan el cultivo del té protegiéndolo de las fuertes lluvias y la excesiva exposición al sol, además de aportar nutrientes y prevenir parásitos. Tres veces al año, las hojas de té son recolectadas a mano, motivo de festivales y rituales en Pu’er. La planta ocupa un lugar especial en la cosmogonía de los pueblos Blang y Dai, en sincretismo con otras religiones como el animismo y el budismo, que se refleja en algunos modestos monumentos como templos y pagodas.
Uno de los secretos para la conservación del entorno tradicional en Jingmai es su aislamiento, pues sumido entre montañas cerca de la frontera con Myanmar llegar hasta aquí es una aventura. La ciudad de referencia que da nombre al té más famoso de China, Pu’er, está a unas cuatro horas de esta zona, y Xishuangbanna tampoco reduce mucho el tiempo. Por tanto, lo primero a tener en cuenta es que necesitaremos hacer un par de noches por la región y que lo más recomendable es contratar algún tour. Este consistirá en visitas a pueblos tradicionales como Jingmai Dazhai, Nuogang o Wengji, acercarnos a algún mirador para ver el paisaje del té, algún paseo por bosques tradicionales de té como Dapingzhang y por supuesto degustación de uno de los tés más famosos del planeta, regalo ideal para llevar de vuelta. La lluvia es habitual en la región, pero especialmente en los meses entre mayo y octubre.
Fotos: Xie Jun / Yunnan Provincial Administration
Comentarios recientes