El fin de la tolerancia
En 2001, el mundo aprendió una palabra de origen árabe cuyo significado es estudiante, pero que simboliza algo mucho más abyecto: talibán. Nacidos como organización en 1994 en la ciudad afgana de Kandahar, se propagaron y radicalizaron rápidamente forzando una guerra civil en la que contaron con el apoyo de Pakistán. Lo que hasta el 2001 era un tema nacional se convirtió en mundial cuando un grupo asociado a ellos, Al-Qaeda, tiró abajo las Torres Gemelas de Nueva York. Los talibanes fueron barridos, aunque nunca llegaron a desaparecer del todo. Unos meses antes del 11S, el mundo asistió atónito a la primera demostración de salvajismo talibán con la destrucción de los Budas de Bamiyán. La historia ha conocido innumerables muestras de intolerancia religiosa y/o étnica. Sin embargo, como ocurre con Palmira o Nimrud, que hechos así ocurran en el siglo XXI a monumentos esculpidos en el VI se sale del entendimiento. Los Budas vivieron siglos de paz entre musulmanes para caer en esta oleada de radicalismo. Ya no están, pero Bamiyán ha conservado buena parte de su patrimonio, prueba de que budismo e Islam pueden convivir en paz.
El valle de Bamiyán, a 2.500 metros de altura y vertebrado por el río homónimo, se enclava entre cordilleras del Hindu Kush. Cruce de caminos, las influencias le llegaron de todos los puntos cardinales. Empieza a tomar forma por el oeste, tras el paso de Alejandro Magno, que dejó el territorio en manos de la dinastía seléucida. Esta influencia griega se mezcló con la budista cuando el territorio pasó a los maurya, llegados del este. Por el norte, la región de Bactria fue conquistada por el imperio Kushán en el siglo I y Bamiyán siguió su camino. Kushán es la etapa clave en el valle, pues localizaron su capital aquí. Refleja la total mezcla cultural: budistas en origen, aceptaron influencias hinduistas, romanas y chinas. Tras su paso llegaron los persas sasánidas y los hunos blancos. Alternaron el dominio hasta la llegada del Islam de mano de los safáridas en el siglo IX. La vida no cambió drásticamente. Otra historia fue el azote mongol, que en 1221 arrasó Bamiyán y lo dejó despoblado hasta el siglo XIX.
Gracias a ello pasó inadvertido para Occidente hasta que una expedición liderada por el británico William Moorcroft lo atravesó en 1824. Se toparon con los dos enormes Budas que gobernaban el valle. Habían sido esculpidos en un acantilado de arenisca en los años 507 y 554. El segundo, con 55 metros, fue hasta su destrucción una de las esculturas de Buda más grandes del mundo. Ambos fueron considerados el cénit del arte greco-budista o ghandara, original de Bamiyán. Incluían detalles modelados con adobe revestido de estuco sobre la piedra esculpida in situ. Desde el ataque iconoclasta se han estabilizado los nichos, protegido los restos y diseñado planes de reconstrucción, especialmente para la pequeña. Las explosiones paradójicamente revelaron cuevas selladas que guardaban frescos muy valiosos: algunas son los ejemplos de pinturas al óleo más antiguas que se conocen. Estas cuevas, datadas entre los siglos V y IX, se sumaron a las conocidas antes de la destrucción.
En total se calcula que hay unas 12.000 en todo el valle. Los Budas atrajeron la atención de budistas antes de la llegada de los musulmanes y el valle se convirtió en paso de la Ruta de la Seda. Junto a los comerciantes llegaron devotos que alimentaron de arte el lugar. Hay principalmente elaborados frescos y multitud de estatuillas de Buda. Las cuevas de Bamiyán no son las únicas: en el cercano valle de Kakrak quedan restos de otro gran Buda de diez metros y un santuario de la época sasánida. Otro relevante es el de Fuladi. En el área hay también restos de la antigua ciudad de Bamiyán como el fuerte Shahr-i Ghulghulah. Hay también esparcidos por la zona otros restos con murallas, ciudades y asentamientos. Son tanto de la época musulmana, que arranca arquitectónicamente en el siglo XI, como anteriores.
Los talibanes están más controlados, pero Afganistán es un país peligroso y hay que informarse bien antes de viajar. Bamiyán es una de las zonas históricamente más turísticas y seguras, aunque no podemos esperar nada muy sofisticado. Está 250 kilómetros al oeste de Kabul. La ruta norte es la más segura y rápida, aunque aun así serán ocho horas. Hay aeropuerto, pero los vuelos son imprevisibles. En el valle, lo primero es tener una perspectiva desde Shahr-i Ghulghulah y luego acercarse a los nichos y cuevas. Cuidado, porque muchas cuevas están habitadas. Bamiyán es extremadamente frío en invierno y de hecho se practica esquí por la zona. Merece la pena acercarse al cercano Parque Nacional Band-e Amir. Es una zona de bellos lagos turquesa represados naturalmente por travertino.
Fotos: Afghanistan Matters / Carl Montgomery
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