Un paisaje de concordia
Una de las historias más recordadas entre el pueblo judío es la caída del fuerte de Betar. Este fue el último en Judea en caer a manos de los romanos, hecho que eliminó todo rastro de esperanza de autonomía del pueblo judío. La historia de este territorio es caprichosa. Sobre este antiguo asentamiento se levanta hoy un pequeño poblado palestino que, a pesar del paso del tiempo y del cambio de habitantes, conservó la raíz del nombre: de Betar a Battir. Una de las murallas que cedieron en su día es parte hoy de las murallas que asientan las terrazas de cultivo de los palestinos. Teniendo en cuenta la complicada historia reciente de la relación entre Israel y Palestina, esta conexión no podía pasar inadvertida. Battir es símbolo de unión y desunión a partes iguales. Por un lado, los israelíes han levantado un asentamiento judío en el lado palestino de la frontera disputada. Su nombre ya deja clara su intención: Beitar Illit. Por otro, sin embargo, la defensa del paisaje de Battir ha unido a palestinos y al menos a una parte de los israelíes.
No está totalmente confirmado, pero parece que Battir efectivamente se localiza sobre la antigua Betar, en los altos de Judea. Levantado seguramente en la Edad de Hierro, en el siglo II dominaba la vista el fuerte judío. El rebelde Simon bar Kokhba decidió defender su independencia desde aquí por dos razones: la fácil defensa y la presencia de un manantial natural. Esto le permitió aguantar tres años de asedio, pero finalmente las tropas de Adriano entraron en el fuerte en el 135, con limpieza étnica incluida. La zona se despobló y solo se levantaron unos baños donde estaba el manantial. En algún momento volvió a surgir un poblado, bajo los bizantinos o ya los árabes. Estos llamaban a esta zona Khirbet el-Yahud: las ruinas de los judíos. La primera vez que Battir aparece en documentos es mucho tiempo después, cuando el territorio palestino estaba bajo dominio otomano. Por entonces era ya un asentamiento agrícola muy pequeño, de apenas una veintena de familias.
Poco ha cambiado el paisaje, que ha demostrado su sostenibilidad a lo largo de los siglos en un contexto complicado. La imagen de Battir es la de un pueblo asomándose a un precipicio en medio de una de las colinas de Judea. A sus pies, el Wadi el-Jundi: el valle del soldado. Battir está rodeada de defensas naturales y cultivos en terrazas de piedra que sostienen las parcelas trabajadas o widian. No ha sido fácil, porque no estamos en una región muy lluviosa. La gestión del agua ha sido fundamental: una compleja red de manantiales, canales y terrazas sostienen a Battir. Siete fuentes de agua, explotadas ya desde antes de los romanos, distribuyen su agua a través de un sistema de compuertas manuales gestionadas por los ocho clanes principales de Battir. Cada día, un clan se encarga del reparto equitativo del agua para las huertas. Un dicho local en Battir dice que las semanas aquí duran ocho días. Esta agua es fundamental para los cultivos más intensivos en agua. Las demás terrazas se cubren de olivos y vides.
La suerte quiso que este complejo sistema agrícola fuera atravesado por la línea férrea Jaffa–Jerusalem. No tendría mayor importancia si no fuera porque esta línea fue la utilizada en el armisticio de 1949 para marcar la frontera entre Israel y Jordania, la conocida como línea verde. La misma línea que el gobierno israelí decidió seguir para levantar su valla con Cisjordania. La Autoridad de Parques Nacionales israelí, la INPA, dio luz verde a este trazado, para luego desdecirse y apoyar que el entorno de Battir no era solo una cosa palestina, sino de todos los pueblos que allí han habitado, incluidos los judíos. La presión creció y finalmente se forzó al Departamento de Defensa a cambiar la gestión de la frontera en esta parte. La situación no está totalmente salvada, pero el nombramiento como patrimonio mundial y el apoyo de Beitar Illit parecen mitigar la amenaza.
Existe un ecomuseo en Battir encargado de preservar el patrimonio y atraer el turismo, lo cual beneficiará enormemente al pueblo. Han tenido ayuda italiana, pero hacer un voluntariado aquí para reforzar los muros de las terrazas está abierto a cualquiera. Si queremos simplemente visitar la zona tendremos que esforzarnos un poco más que al visitar Belén, habitual en tours turísticos. Como para cualquier punto de Cisjordania hay que volar a Tel Aviv y luego ir por tierra hasta Jerusalén para pasar la frontera. Para ello podemos alquilar un coche o contratar a un taxista. Una vez en Belén, Battir se encuentra a solo seis kilómetros. Según nos acerquemos ya tendremos una panorámica de las terrazas. Visitado el pueblo, una buena opción es hacer una pequeña ruta por la red de caminos que hay. Es posible hacer noche en Battir en alguna casa de huéspedes.
Fotos: Labour Palestine / Paul Seligman
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