Sudamérica megalítica
En 1757, Fray Juan de Santa Gertrudis fue enviado a Sudamérica, donde además de establecer una misión realizó varios viajes. Ávido escritor, publicó sus impresiones y hallazgos en un libro que llamó Maravillas de la Naturaleza. No solo se fijó en estas, sino también en unos “vestigios de una nación artista y laboriosa que ya no existe” en las cercanías de San Agustín, en el sur colombiano. Estos vestigios, multitud de estatuas de piedra desperdigadas, fueron señalados por el fraile pese a que, según estaba en lo cierto, ningún historiador había dado noticia de ellas. Hoy hemos progresado algo, pero en el Parque Arqueológico San Agustín son más las incógnitas que las certezas. Sabemos que hay unas 500, por lo que estamos ante el mayor conjunto megalítico de Sudamérica. También que estamos ante una extensísima necrópolis del primer milenio de nuestra era. Sin embargo, la autoría es desconocida. Aunque el estilo recuerda a otros pueblos prehispánicos, la ausencia de escritura y originalidad del lugar llenan de misterio San Agustín.
De hecho, esta originalidad hace que la cultura que representa haya tomado el nombre del cercano pueblo colonial, cultura agustiniana. Su nacimiento se establece cuando se registra ocupación en la zona, sobre el 3300 a.C., pero hay que esperar al siglo VII a.C. para ver una cultura agrícola y organizada. Alrededor del siglo I se introduce la industria lítica y se empiezan a erigir monumentos funerarios megalíticos. Junto a las culturas cercanas se conforma el periodo clásico regional. Se observa un aumento de población, con numerosas ciudades establecidas en las cimas de las colinas y más extensión cultivada, aunque el maíz sigue dominando. Finaliza en el siglo VIII, reflejándose en el fin del megalitismo e integración social con pueblos vecinos. Al cambiar el milenio, nuevas culturas ocuparon la zona, pero su sofisticación fue menor. Al menos en lo constructivo, porque diversificaron su agricultura. A comienzos del siglo XVII llegaron los colonos desplazando a los nativos al este. La colonia y misión de San Agustín nace sobre 1610, unos 150 años antes de la visita de Juan de Santa.
La etapa megalítica de San Agustín muestra una sociedad estratificada capaz de organizarse para trasladar y trabajar piedras de gran tamaño. Además, hubo que trabajar plataformas, terrazas y túmulos para acondicionar el espacio donde están colocadas. Las estatuas también revelan un aspecto religioso claro, aunque a falta de escritos todo es especulación. Se suma el problema del saqueo, que ya en tiempos de Juan de Santa era un problema. En 1987 se hizo un completo inventario de las figuras megalíticas que mayormente ha resuelto el problema, pero tras siglos de pérdidas. En cuanto a los arqueólogos, San Agustín empezó a ser conocido en el siglo XIX, pero hay que esperar al alemán Konrad Theodor Preuss, el primero en empezar una campaña en 1914. Le siguieron otros hasta que en los años 70 Luis Duque Gómez y Julio César Cubillos trabajaron el sitio. El principal debate ha estado siempre en el desmesurado tamaño de la necrópolis. Ha llevado a especular que fue un gran cementerio regional que atraía a pueblos vecinos.
San Agustín está en un territorio muy accidentado de los Andes. El Parque Arqueológico cubre una amplia zona con tres localizaciones: San Agustín en sí, Alto de los Ídolos y Alto de las Piedras. El primero se extiende ochenta hectáreas divididas en tres zonas. Mesitas es la más elaborada al contar con túmulos, terrazas y estructuras funerarias que asemejan dólmenes en los que las piedras verticales están esculpidas con forma humana. La fuente de Lavapatas es un lecho fluvial labrado con figuras zoomorfas, seguramente con fines sagrados. Finalmente, el bosque de estatuas contiene multitud de megalitos dispersos. La unidad morfológica es muy acentuada, con piedras volcánicas grisáceas de hasta cuatro metros. Se advierten distintos estilos, aunque algunos motivos como la boca felina se repiten recordando otras culturas andinas o mayas. No es el único animal protagonista, pues serpientes, águilas, monos, ranas, etc. son habituales.
Buena parte del turismo colombiano se concentra entre el eje cafetero y Cartagena, por lo que San Agustín es menos visitado. Los que llegan al sur lo combinan habitualmente con otro yacimiento precolombino, Tierradentro. La única manera de llegar a estos valles es tras largos viajes por carretera. Generalmente se pasa al menos un día completo aprovechando para visitar también los Altos, Tablón, Chaquira o Pelota, a los que hay que desplazarse en coche o caballo. A nivel natural hay atractivos como la garganta El Estrecho y cascadas. En todo caso, la joya es San Agustín, a unos tres kilómetros del pueblo moderno. Los distintos puntos nos llevarán unas dos o tres horas, museo incluido. Hay guías disponibles. De junio a septiembre llueve mucho menos.
Fotos: Banco de la República – Colombia / Banco de la República – Colombia
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