Transición grecorromana
Durante el romántico siglo XIX se abrieron en Europa multitud de museos de arte antiguo obtenido con dudosa ética. Uno de los ejemplos paradigmáticos da nombre a todo un museo berlinés: el Altar de Pérgamo. En 1878, con el permiso del imperio otomano, se iniciaron las excavaciones en esta ciudad de auge helenístico. El interés del arquitecto e ingeniero Carl Humann, más el apoyo económico del director de antigüedades clásicas de Berlín, Alexander Conze, hicieron posible la empresa y el altar luce en Museuminsel desde comienzos del siglo XX. Esta espléndida obra fue realizada sobre el 170 a.C. por razones aún debatidas. En su temática principal, la lucha entre dioses griegos y gigantes, se ha querido ver el afán de los pergamenos por su autonomía. No en vano, poco antes Pérgamo se había ganado su independencia con la dinastía atálida. Lo que Alemania no se llevó es la espectacular localización de la acrópolis que añade dramatismo a una de las ciudades más especiales de la Antigüedad.
Esta geografía es lo primero que atrae de Pérgamo. Se trata de una meseta volcánica alargada a 335 metros de altitud con verticales precipicios salvo al sur, donde varias terrazas facilitan el acceso desde el valle del río Caicus, que fluye sobre la llanura Bakırçay. Estamos a solo 26 kilómetros del mar, pero una cordillera se interpone y da un carácter interior a Pérgamo. Los primeros habitantes de esta fortaleza natural están datados sobre el siglo VIII a.C. Sus primeras menciones históricas llegan en el siglo IV a.C., cuando está bajo un dominio persa al que pone fin Alejandro Magno. Pasa a manos de su lugarteniente Lisímaco, pero poco después asciende Filetero, fundador de la dinastía atálida en el 281 a.C. pese a morir sin descendencia. Los atálidas tuvieron que batallar por su hueco en Anatolia, logrado tras las victorias de Atalo I sobre los gálatas. Es entonces cuando Pérgamo toma forma con Atenas en mente, incluidos sus cuatro kilómetros de muralla. Los gobernantes atálidas tuvieron tiempo para patrocinar obras tanto en la ciudad como en otras ciudades como Delfos y Delos.
Atalo I inició una alianza con Roma que aseguró su reinado, pero finalmente abrió la puerta al control directo. Aprovecharon la desidia de Atalo III , que legó la ciudad a Roma. El testamento fue desafiado por Aristonico, pero los romanos vencieron en el 129 a.C. y trocearon el Reino de Pérgamo. Favorecieron Éfeso iniciando el declive político. Bajo Trajano y Adriano se recuperó cierta gloria con nuevos edificios, especialmente con el Asclepeion, centro de curación en el que se formó el insigne Galeno. Terremotos, bárbaros, persas y musulmanes protagonizaron el segundo y definitivo declive de Pérgamo hasta que finalmente cayó a manos otomanas en 1345. Dejaron la acrópolis y se centraron en el núcleo en la base añadiendo una nueva capa a la historia local, basada en la reutilización. Con los arqueólogos se fue el altar, pero llegaron las excavaciones en la acrópolis, solo detenidas durante las guerras. Los resultados han sido constantes, incluido el enorme sistema hidrológico que dio servicio hasta 200.000 habitantes.
Pérgamo es un complejo sitio arqueológico en el que se inserta la moderna Bergama, con ruinas romanas como el Asclepeion a un lado y la acrópolis al otro. Junto al primero está el templo de Serapis, que luego sería la basílica Roja, una de las siete iglesias nombradas en el Apocalipsis. En la acrópolis están los principales restos. Entre los más antiguos está el imperceptible templo de Atenea. Mejor conservado está el romano de Trajano. Los romanos también reconstruyeron el de Dionisio, en un extremo de la terraza donde se asienta el escenario del espectacular teatro griego, que hace uso de la pronunciada pendiente y dio ocupación a 10.000 espectadores. En la acrópolis también hay varios palacios, tumbas, el ágora superior, la base del altar y la biblioteca, segunda en la Antigüedad solo tras Alejandría. En otras terrazas están el templo de Hera o el Gimnasio. Pérgamo fue también hogar de una de las escuelas escultóricas más refinadas.
Bergama es la base para visitar Pérgamo, aunque mucho turismo llega en ruta desde o hacia Esmirna, a unas dos horas, y Éfeso. Es una lástima, porque el centro de Bergama merece la pena y veremos las ruinas con más calma. Todas nos pueden llevar perfectamente un día completo. Para subir a la acrópolis hay un funicular que podemos usar para subir y bajar andando, aunque la señalización es mejorable. De vuelta a Bergama hay que acercarse al Asclepeion y la basílica roja o Kızıl Avlu. El museo de Bergama aloja todos los artefactos encontrados desde la I Guerra Mundial, aunque la joya del lugar seguirá en Berlín. Para descansar podemos pasear por el centro comprando alguna de las afamadas alfombras o, cómo no, pergaminos.
Fotos: Benh LIEU SONG / Adam Jones
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