Conectando pueblos
La dinastía china Han, extendida desde el 207 a.C. hasta el 220, fue la principal promotora del tendido de rutas comerciales hacia el oeste, lo que con el tiempo se conocería como la Ruta de la Seda. Esta ruta transportó multitud de mercancías y, en paralelo, propició intercambios culturales hasta convertirse en uno de los fenómenos de aculturación a todos los niveles más relevantes que ha conocido la humanidad: religión, arte y formas sociales acompañaron a cada transacción comercial. Los 5.000 primeros kilómetros desde las capitales chinas de las llanuras centrales empezaban en zonas áridas, pero relativamente tranquilas, hasta llegar a Dunhuang. Aquí, la ruta tenía que tomar decisiones: frente a ella se imponían amenazantes el desierto de Taklamakán y la cordillera Tien. Una opción era dar un rodeo al norte de las montañas para salvar los pasos más complicados y progresar en dirección a la actual Kazajistán. La ruta intermedia caminaba entre cordillera y desierto hasta llegar al puerto de Bedel, frontera actual con Kirguistán. Ambas subrutas se volvían a unir en la región kazaja de Zhetysu para dirigirse hacia el sur, confluyendo en Samarcanda. Son el extremo oriental de la ruta y se conoce como corredor Chang’an-Tian Shan.
El establecimiento de tan compleja ruta tuvo sus puntos de inflexión, pero fue un proceso desarrollado lentamente uniendo distintos factores. El primero fue la unificación de China promovido por Qin Shi Huang y continuado por los dirigentes Han. Estos iniciaron contactos con las tribus al oeste de China en el siglo II a.C. a través del considerado padre de la ruta, el oficial Zhang Qian. Puso en valor además los intercambios ancestrales a ambos lados de la cordillera Tianshan promovido por nómadas como la confederación Xiongnu. En el siglo I, la Ruta de la Seda empezó a ganar popularidad involucrando a imperios como el persa y el romano. El pico llegó en los siglos VIII y IX al comerciar con los nuevos actores: los musulmanes. Sin embargo, por entonces el comercio marítimo empezó a desarrollarse minimizando la importancia de la Ruta. Tras pasar un fuerte declive con el azote mongol, hubo una breve etapa dorada en el siglo XIV que cerró definitivamente la era de los navegantes en el XVI.
Aunque hubo movimientos de mercancías locales constantemente, no cabe duda que los grandes productos de comercio internacional fueron los que dieron sentido a la ruta. La seda fue el principal producto enviado desde China, pero no el único. Sí que simboliza el tipo de bien comerciado: una materia prima fácil de transportar, pero de corte lujoso, cuyo margen de beneficio hacía merecer la pena la empresa. El punto de partida era la capital china, ya fuera del imperio occidental en Xian u oriental en Luoyang, cuya conexión estaba mediada por la puerta Hangu. Desde aquí, la Ruta de la Seda atraviesa las provincias de Shaanxi y Gansu con el río Amarillo como referencia para luego afrontar el corredor de Hosi o Hexi, entre la cordillera Qilian y el desierto del Gobi. Esta es una región en la que la etnia Han empieza a entremezclarse con otras y la población escasea. Los ríos que bajaban de las montañas formaban oasis y ciudades ricas que generaron templos en cuevas como los de Bingling o Mogao.
Al llegar a Dunhuang, la diversidad étnica era plena, pues esta zona era puramente nómada antes del establecimiento de la Ruta. En esta ciudad, los chinos fijaron una de sus principales fronteras, de modo que las caravanas dejaban terreno nacional para adentrarse en zonas más inciertas. Dunhuang era el lugar para abastecerse y prepararse para el duro camino, o bien lugar de descanso tras semanas de travesía. De aquí hacia Occidente, los Han solo dispusieron en su época de varias torres vigía como la de Kizilgaha, que servía de defensa y faro para viajeros. La zona por encima y por debajo de la cordillera Tien ha sido siempre compleja étnicamente. Fue gobernada temporalmente por los chinos, pero también por tribus uigures como el reino de Kharakhoja, cuyas capitales hoy en ruinas se encontraban en Gaochang y Beshbalik. El budismo es el mayor legado de aquella época.
Pasadas las montañas por sus vías llegamos a Centroasia, un terreno de tribus nómadas en el pasado y hoy Kazajistán y Kirguistán. En esa zona, la ruta fue el principal factor que alentó al sedentarismo para formar asentamientos agrícolas y comerciales que daban servicio a las caravanas. La región de Zhetysu, en los valles de los ríos Ili, Chuy y Talas, daba un respiro a los viajeros tanto por la sencilla orografía como por la presencia del agua. Estas ciudades vivieron una mezcla cultural y religiosa, con distintas manifestaciones. Existen iglesias maniqueas como la de la antigua Kayalyk en Kazajistán, diseños urbanos musulmanes como el de Balasagun en Kirguistán, templos budistas en Suyab e incluso muestras cristianas y zoroastrianas.
Fotos: The Real Bear / Bala Biott
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