Teatro de curaciones
La serpiente es un animal que nos transmite peligro, pero sigue siendo hoy símbolo de la medicina occidental. Dos de ellas enrolladas en un bastón eran el símbolo de Asclepio, dios griego de la medicina convertido como Esculapio bajo los romanos. Menos conocido que otros dioses del Olimpo, Asclepio era el hijo de Apolo, esposo y padre de figuras dedicadas a la medicina como Panacea y, según la leyenda, progenitor de Hipócrates, padre tradicional de la medicina. En todo Grecia se construyeron los denominados Asclepeion, santuarios en honor a este dios, que eran visitados por gente necesitada de curación. El primero y más importante de estos Asclepeion fue el de Epidauro. Al otro lado del golfo donde se encuentra Atenas se levantó esta ciudad entregada al mundo de la curación. Compartió fama con el oráculo de Delfos o el templo de Zeus en Olimpia, pero hoy Epidauro es conocida principalmente por su teatro. Su tamaño y acústica son tan impresionantes que se le considera el principal teatro griego.
Epidauro fue una ciudad dependiente de Argos, a medio camino de Esparta y Atenas y, en general, neutral en todas las batallas de la Antigüedad. La leyenda cuenta que Asclepio nació aquí y fue un médico tan hábil que podía devolver la vida a los muertos. Zeus, temeroso, lo mató, pero Asclepio se convirtió en uno más en el Olimpo. Está documentado que el culto a su figura arranca sobre el siglo VI a.C., en paralelo al culto a Apolo. Es entonces cuando se levanta su templo y el santuario empieza a recibir multitud de peregrinaciones en busca de cura. Especialmente desde mediados del siglo IV a.C., cuando se calcula que había alojamiento para 160 personas. El proceso era básicamente místico: el paciente dormía en un enorme hall llamado enkoimeteria junto a otros pacientes y serpientes no venenosas. La mañana siguiente le contaba sus sueños a un sacerdote, que prescribía un tratamiento, generalmente a base de baños y deporte.
Setenta estelas de Epidauro son testigo de estas prácticas. Con un punto más científico, también se hacían operaciones, tras hacer entrar a los pacientes en un trance conocido como enkoimesis a base de opiáceos. El santuario creció enormemente y se hizo famoso en toda Grecia. Allí se celebraba cada cuatro años un festival de curación nueve días después de los juegos ístmicos. La ciudad creció en paralelo a esta fama y las riquezas se invirtieron en obras públicas como el teatro. Epidauro y sus edificios continuaron siendo influyentes hasta que la ciudad fue saqueada por romanos en el año 87 a.C. Sin embargo, con ellos Epidauro vivió una segunda juventud en el siglo II, con Asclepio ya convertido en Esculapio. Cuando en el año 395 los godos volvieron a arrasar la zona, el culto se había vuelto a cambiar, esta vez al cristianismo. La constante seguía siendo, eso sí, la curación.
Las ruinas de Epidauro están en un bello valle de pinos, rodeadas de montañas. El templo de Esculapio fue construido en el siglo IV a.C. en estilo dórico. Con seis columnas por once es aproximadamente la mitad de grande que el de Zeus en Olimpia. Solo quedan sus cimientos, estando las obras que se pudieron salvar repartidas entre los museos arqueológicos de Epidauro y Atenas. En el interior había una estatua de oro y marfil perdida en el tiempo. No era el único templo: toda la zona estaba llena de ellos, destacando los de Apolo y el circular o tholos. Entre los restos cívicos hay una palestra, un hestiatoreion para banquetes ceremoniales y, ante todo, el teatro. Fue diseñado por Policleto el Joven en el siglo IV a.C. y ampliado por los romanos hasta llegar a las 14.000 plazas. Aún hoy se sigue estudiando la increíble acústica que tiene. Como en otros teatros griegos, el fondo es el paisaje del valle, parte integral de las obras.
Otra de las ciudades dependientes de Argos, Nauplia, es la base ideal para conocer la península argólica y disfrutar de sus aguas. Esta agradable ciudad costera de 15.000 habitantes está a 150 kilómetros de Atenas. Aquí tienen una segunda residencia muchos atenienses, por lo que es mejor evitar el fin de semana. De hecho, existen tours desde Atenas para visitar en un mismo día Epidauro y Micenas. Lo principal para visitar es el teatro: es lo mejor conservado y está en parte renovado. Todo el mundo prueba su acústica, pero la mejor manera de comprobarla es asistiendo a una obra, algo posible muchas noches de verano. Aunque son en griego facilitan seguir la obra con subtítulos en inglés. El resto de Epidauro impresiona menos por el estado de conservación, por lo que es mejor acabar con el museo arqueológico. Pasando por sus salas entenderemos la relación de esta ciudad con la historia de la medicina.
Fotos: Ronny Siegel / Andrew Barclay
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