Capital perdida
En 1921, el tratado de Kars devolvió a Turquía varios territorios conquistados años antes por Rusia. Este imperio se había convertido en la Unión Soviética junto a varios estados socialistas de su órbita como Armenia. Con este se delimitó el río Ajurián como nueva frontera. Tras la caída de la Unión Soviética y la tensión entre Turquía y Armenia, esta nunca ha terminado de aceptarse o denunciarse. Entre otras cosas, el Ajurián deja fuera de Armenia una de sus capitales históricas, la ciudad de Ani. Tras dos siglos bajo dominio musulmán, Armenia vivió un renacer bajo las órdenes del rey bagratuni Ashot I, que en el 885 se aprovechó del interés de bizantinos y musulmanes para establecer un estado intermedio que actuara de colchón. Otro Ashot, el tercero, mudó la capital a Ani en el 961. Menos de un siglo después, Armenia volvió a caer, pero fue tiempo suficiente para que Ani se llenara de monumentos que nos trasladan al Medievo de esta compleja zona fronteriza.
Ani, a unos generosos 1.340 metros de altitud, está localizada en un bello paraje con defensas naturales al este y oeste, donde los barrancos de los valles Ajurián y Bostanlar la protegen. Sus orígenes no están claros, pero en el siglo V se menciona como fuerte armenio. A comienzos del siglo IX, antes de la refundación armenia, pasa a manos de los bagratuni, pero su rol no cambia hasta Ashot III. Este no solo promovió el desarrollo arquitectónico, sino que sus 24 años de reinado fueron el cénit armenio. Amuralló el lado norte de Ani y patrocinó multitud de obras. No dejó de crecer a su muerte atrayendo la sede de la iglesia armenia, el panteón real y sobrepasando los 100.000 habitantes. Cuando Gagik I murió en 1020, sus hijos disputaron el trono. Hovhannes-Smbat acordó con el rey bizantino su protección a cambio de entregar el imperio en herencia. Pese a la resistencia posterior, la diferencia de fuerzas se hizo valer. Ani cambió de tener rey a gobernador bizantino, pero al menos mantuvo su rol en las rutas comerciales.
Eliminado el colchón en lo más álgido de las disputas territoriales, Ani fue pasto de ataques. En 1064, los selyúcidas la capturaron y vendieron a una dinastía kurda que trató de conciliar la nutrida población cristiana armenia. Sin embargo, estos armenios periódicamente pedían ayuda exterior a sus vecinos georgianos, que capturaron la ciudad varias veces. Cuando eran sus gobernantes llegaron los mongoles, que infligieron terribles daños a Ani y su población. Un fuerte terremoto dejó la ciudad al borde del colapso en 1319. No fue el fin de Ani, pero marcó su declive. Progresivamente se trasladaron el gobierno regional y catolicós armenio hasta que los últimos monjes abandonaron las ruinas en 1735. En el siglo XIX fue descubierta por Occidente y luego investigada y restaurada por el arqueólogo georgiano Nicholas Marr. Lo que vino tras la I Guerra Mundial no fue tan positivo. Ani fue botín de batalla y en 1921 se ordenó su destrucción total, tarea obedecida parcialmente.
Desde entonces y hasta hace poco, Ani no ha pasado su mejor siglo, terremoto de 1988 incluido. Aun así, lo que vemos hoy es una bella ciudad fantasma con monumentos en diferente estado, pero todos con la misma roca volcánica basáltica de colores pardos. Se conserva también la doble línea de murallas con varios torreones. Al otro extremo están los restos de la ciudadela original y el palacio bagratuni, que incorporaba tres iglesias. El edificio más imponente es la catedral, típica construcción del siglo X, cénit local. De planta basilical y cúpula perdida, presenta un estilo que recuerda al gótico, al que pudo influir. El edificio mejor conservado es posterior, la iglesia de San Gregorio de Tigran Honents, del XIII. Protege en su interior frescos en estilo georgiano. Colapsada parcialmente en 1955, la originalísima iglesia del Redentor fue diseñada en el XI para albergar la Santa Cruz. Tiene un diseño único con 19 caras exteriores y ocho ábsides. No solo hay iglesias en Ani. La mezquita Manuchihr es testigo del gobierno kurdo del siglo XI.
Kars, conectada con otros aeropuertos turcos, es la puerta de entrada para Ani, que se encuentra a una hora por carretera. Podemos contratar conductor y guía aquí o buscar transporte público. Durante mucho tiempo, Ani fue terreno militar, pero hoy el turismo se ha normalizado y es visita obligada en el este turco. No obstante, hay que respetar escrupulosamente la frontera armenia si damos un paseo por los alrededores o bajamos al río. Tras pasar la mañana en Ani hay que regresar a Kars. La mejor época para venir es en primavera, cuando la zona florece. En invierno es muy habitual que toda la región esté nevada. El tesoro arqueológico de Ani se puso a salvo en el museo de Historia de Yerevan, capital armenia, durante la época más convulsa.
Fotos: Herbert Frank / Jean & Nathalie
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