Atletas bajo la mirada de Zeus
En 1896 se celebraron los primeros Juegos Olímpicos modernos en Atenas, capital de la Grecia contemporánea y antigua, gracias al impulso del barón francés Pierre de Coubertin. Poco se recuerdan los numerosos intentos previos que hubo por recuperar los Juegos. Todos ellos tenían en común el uso de la palabra “olímpico”, recuperada sobre el siglo XVII. Hacía referencia al verdadero lugar de celebración de los Juegos de la Edad Antigua en Olimpia, en la península del Peloponeso. Tradicionalmente se fechan los primeros Juegos antiguos en el 776 a.C. Se celebraron cada cuatro hasta que los romanos cristianizados los suprimieron en el 393. Como hoy, los Juegos eran una competición tan deportiva como política en la que cada nación enviaba a sus mejores hombres para simbolizar su superioridad. Lo diferente era la carga religiosa de los antiguos. Los Juegos eran una ceremonia en honor a Zeus, quien tuvo aquí, gracias al inigualable Fidias, no solo su estatua más importante, sino una de las Siete Maravillas. Aunque no sobrevivió el paso del tiempo, el sitio arqueológico conserva trazas de su época gloriosa.
El origen de los Juegos y alguno de sus símbolos, como la corona de laurel, tenía para los griegos sus raíces en la mitología. Las hipótesis modernas, sin embargo, nos hablan de la evolución de algún tipo de ceremonia o ritual periódico local relacionados con cosechas o cacerías. Lo que sí está claro es que nunca cambiaron de localización y Olimpia fue la protagonista única. Esta ciudad-santuario fue fundada por la ciudad-estado de Élide sobre el siglo X a.C. En una primera etapa, los Juegos tuvieron un alcance local, pero sobre el siglo VI a.C. se empezaron a levantar más estructuras, llegando la era dorada entre los siglos V y IV a.C. Es a mediados del primero cuando se levanta el templo de Zeus, prototipo de templo dórico. Aunque el actual esté derruido, una copia casi exacta la tenemos en Paestum, Italia. Pero no era la arquitectura lo principal, sino la estatua de Fidias en su interior. Modelada en criselefantino, esto es, marfil y oro, midió unos trece metros. Se perdió su rastro sobre el siglo V.
Por entonces, la historia de Olimpia había dejado atrás sus mejores años. Distintas infraestructuras deportivas y edificios se levantaron durante la Grecia Clásica, el periodo helénico y bajo el dominio romano. Con estos, la fama de los Juegos no solo no decreció, sino que congregó a todas las ciudades imperiales. El siglo III anticipó el final con terremotos e invasiones. Pese a todo, se siguieron celebrando Juegos hasta que Teodosio I entendió que no encajaban con la nueva Roma cristiana. La ciudad fue ocupada por una comunidad de religiosos que, por ejemplo, transformaron el taller de Fidias en basílica. Nuevos terremotos y crecidas del río Alpheios forzaron el abandono definitivo en el siglo VII. Sin mantenimiento, los sedimentos de las crecidas enterraron la ciudad, que pasó al olvido. En 1766, el británico Richard Chandler descubrió la localización de la antigua Olimpia, aunque hubo que esperar a 1875 para los primeros trabajos arqueológicos serios por un equipo alemán.
Las labores arqueológicas nunca se han parado del todo al ir ampliando el radio de actuación y descubrir nuevos edificios. El mismo taller de Fidias, por ejemplo, salió a la luz hace unas décadas. En todo caso, por su historia es difícil ver estructuras completas. El propio templo de Zeus, que domina el altis o zona sagrada, solo conserva la base y escaleras rodeadas de las inmensas columnas esparcidas en trozos. Otros muchos templos y lugares de sacrificio rodean el templo de Zeus, como el de Hera. Igual que en Delfos, en Olimpia abundan los monumentos dedicados por los distintos pueblos que ponían sus esperanzas en sus atletas. Para estos, en la parte oeste estaban el gimnasio, la palestra de luchadores y el leonideo, similar a las villas olímpicas. En el este, tras atravesar un arco entramos en el estadio. Seguramente no sea el mejor conservado, pero su simbolismo es innegable: durante un milenio acogió Juegos Olímpicos.
Olimpia no está en el sitio más accesible del Peloponeso, pero su visita es muy habitual y en los circuitos clásicos es parada obligada. La pequeña ciudad moderna tiene estación de tren, pero es más cómodo llegar en coche. Es mejor ir pronto para evitar los visitantes de cruceros y el calor diurno. El museo del sitio, con piezas como una escultura de Hermes, es tan obligatorio o más que las ruinas, que pueden decepcionar si obviamos su simbolismo. También por ello es mejor ir con un guía que explique cada elemento. Cada dos años podemos asistir al encendido de la antorcha olímpica, que parte del templo de Hera en dirección a la ciudad que organice cada vez los Juegos de verano o invierno.
Fotos: Andy Hay / The Travel Addict Diaries
2 Comments
Me gusta la página, muy prolija en todo sentido.
Muchas gracias Eduardo!