Cactus y cultivos
Se conoce como las Tres Hermanas al trío de cultivos por antonomasia en Mesoamérica: calabaza, maíz y frijol. Son tres de los cultivos que atesoran más historia en un lugar en el que la agricultura surgió de forma independiente hace más de 6.000 años. Además, también hace referencia a su cultivo simultáneo para aprovechar asociaciones: el frijol utiliza el maíz para trepar y la calabaza retiene la humedad del sustrato. El descubrimiento de la agricultura fue inicialmente un complemento para comunidades de cazadores-recolectores del sur de México, en los valles de Oaxaca. Aunque las muestras más antiguas de maíz domesticado proceden de la cueva de Guilá Naquitz, el valle de Tehuacán-Cuicatlán está considerado el primer lugar donde surgieron poblados y los mesoamericanos fueron progresando entre el 3500 y 2300 a.C. En gran parte fue gracias a los sistemas de irrigación, que se fueron desarrollando con hitos como la presa Purrón, una fantástica obra de ingeniería hidráulica prehistórica.
La aridez de Tehuacán-Cuicatlán hizo estos proyectos hidráulicos imprescindibles según crecieron las necesidades, pero también ha favorecido la conservación de restos arqueológicos. Más aguda al norte, la aridez no es óbice para que estemos en una de las regiones más biodiversas de Norteamérica, cualidad protegida por una Reserva de la Biosfera. Esta relevante vegetación con numerosos endemismos tiene lugar en una accidentada región de la Sierra Madre. Esta alcanza alrededor de los 3.000 metros con profundos valles como Tehuacán y la cañada de Cuicatlán. Multitud de riachuelos dejan sus aguas en la cuenca alta del río Papaloapan. Aunque las lluvias no son copiosas, la humedad forma neblinas que precipitan. La vegetación se divide principalmente en dos biomas según altitud y humedad: selva caducifolia y matorral. En la segunda destacan los enormes cactus columnares, especialmente en San Juan Raya. En fauna hay gran cantidad de especies de reptiles y murciélagos.
Los arqueólogos estadounidenses Richard MacNeish y Kent Flannery revolucionaron el valle tras sus investigaciones en los 60. Técnicas científicas e interdisciplinares como la datación por radiocarbono posibilitaron descubrimientos de cultivos prehistóricos en Tehuacán-Cuicatlán. Fue concretamente en la cueva de Coxcatlán, donde el registro arqueobotánico incluye maíz con 7.000 años de antigüedad. Muy posiblemente, estas mazorcas fueran aún maíz salvaje que se almacenaba durante la estación lluviosa, cuando la caza era más complicada y se necesitaba un aporte nutricional. Los distintos estratos de Coxcatlán funcionan como un mapa temporal de Tehuacán-Cuicatlán en el que pasamos de herramientas líticas a la cerámica o tejidos de algodón. Estas innovaciones impulsaron a los habitantes a pasar de las cuevas a modestos poblados en el valle, tras los cuales empezaron a desarrollar formas de garantizar el suministro de agua con pozos, presas, canales de irrigación, etc.
Pasado el tiempo, en el periodo Clásico hasta 30.000 mixtecas ocupaban Tehuacán-Cuicatlán tras refinar sus técnicas introduciendo la agricultura en terraceo. Socialmente, la jerarquía se agudizó y el influjo de grandes sitios como Monte Albán y Teotihuacán se hizo patente. Los antiguos sistemas de irrigación, apoyados en el terreno kárstico propenso a crear acuíferos, fueron utilizados hasta la llegada de los colonos. La enorme presa Purrón, datada en el 750 a.C., es el vestigio más relevante, mientras que muchos restos están datados en nuestra era. Permitieron el nacimiento de asentamientos como Cuthá y Quiotepec e industrias como las salinas Las Grandes. La sal en Tehuacán-Cuicatlán fue utilizada de forma ritual. Los aspectos religiosos del valle también están representados a través de un par de sitios con pinturas fechadas en nuestra era, en algún caso con inscripciones: Puente Colosal y Cueva de las Manitas.
Los valles de Tehuacán-Cuicatlán tienen su centro en sendas localidades homónimas. Aunque con un desvío por la carretera 980, están en la ruta entre Puebla y Oaxaca, que distan unas cuatro horas entre sí, por lo que es ideal ver los valles entre medias. La región es más visitada por sus aspectos naturales, pues los sitios arqueológicos son más complejos de apreciar y carecen de infraestructuras. Hay excepciones, como la Cueva de las Manitas, y otros a los que podemos acercarnos por nuestra cuenta como la presa Purrón. Si queremos un vistazo más general a la historia, en Tehuacán está el Museo del Valle que cuenta los aspectos culturales desde el inicio de la agricultura. En cuanto a la naturaleza, por todo el valle hay recorridos marcados con bellas vistas como en el cañón Sabino. Es buena idea empezar con el jardín botánico de Helia Bravo Hollis. En todo Tehuacán-Cuicatlán es posible comprar productos elaborados a partir de cactus o sal. Hay que tener en cuenta el fuerte calor de la zona y evitar las horas centrales del día.
Fotos: Diana Hernandez / Cecillia Gas
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