El valor del plumón
El archipiélago noruego de Lofoten pasa por ser el más turístico si uno quiere acercarse a la complicada vida rural de este país nórdico. Está situado al norte del círculo polar ártico, en la parte más septentrional de la región de Nordland. Justo al otro extremo de esta región está el archipiélago de Vega. Es aún más agreste, impenetrable y despoblado. Está formado por 6.500 islas en torno a la principal de Vega. A pesar de lo inhóspito del paraje, esta área ha estado habitada desde antes de la Edad de Piedra. La cultura de la isla se ha ido transmitiendo principalmente por vía oral. Lo aislado del paraje ha creado un folklore particular, con espíritus asociados a las principales labores de la isla. No es de extrañar, pues la vida no es fácil en Vega. La difícil agricultura se ha complementado desde hace siglos con la pesca y la recolección del plumón de los patos eiders, muy habituales en la zona.
La isla principal de Vega cuenta con 163 kilómetros cuadrados, aunque apenas está poblada por unos cientos de habitantes. Esta zona de Noruega tiene aguas poco profundas que hacen proliferar los islotes, peñascos y fiordos. La base de caliza no permite que haya muchos árboles, pero las orquídeas abundan y hay diez especies distintas. Aun así, hay bosques de pinos como el de la reserva de Eidemsliene. Más habituales son los terrenos pantanosos como los de la reserva de Holandsosen. Lånan es otra reserva natural, esta vez en torno a la árida costa, donde los eiders acostumbran a anidar. No son las únicas aves: Vega es un paraíso ornitológico. Así lo define la BirdLife International gracias a las más de 200 especies distintas que se conocen en la isla. Hay de muchos tipos: anseriformes, gaviformes, cormoranes, limícolas, caradriformes, etc. Muchas de ellas son aves migratorias.
En cuanto a la presencia humana, está datada desde hace unos 10.000 años. Así lo atestiguan los más de cien sitios arqueológicos, entre los que destaca Asgården. Estas primeras poblaciones de cazadores se fueron ampliando en la Edad de Piedra. Cuando el deshielo del fin de la era glacial empezó a descubrir islas antes conectadas, los asentamientos se acumularon en Vega. Hace unos 1.500 años, la isla principal era la única poblada, pero paulatinamente se fueron formando comunidades hasta llegar a ocupar 56. Muchos asentamientos eran solo estacionales: los colonos ocupaban las tierras el tiempo necesario para recolectar el plumón de los eiders. Alrededor del siglo IX, esta actividad es la más relevante con diferencia y supone un tercio de la economía del archipiélago. Por detrás quedan la caza de focas y la pesca. En el siglo XVIII hay un pequeño impulso de la agricultura. En el siglo XX, la tecnología hace necesaria menos mano de obra. A esto se suman los planes gubernamentales para despoblar las islas y llenar el continente. Vega pierde casi toda su población.
Paradójicamente, en los últimos tiempos la tendencia está virando y el gobierno apuesta por los asentamientos isleños. El paisaje está así volviendo a tomar vida. En Vega abundan los pequeños pueblos, muelles pesqueros, granjas, balizas y faros como el de Bremstein. Una pieza arquitectónica distintiva son las casetas ideadas para atraer a los eiders y favorecer su anidamiento en zonas controladas. Los cultivos de la isla nunca han sido sencillos. El suelo de caliza obligó a acumular sustrato mezclado con algas en ciertas zonas de la isla. Los edificios son generalmente de madera. Debido a las duras condiciones climatológicas, ninguno tiene más de 200 años. Ni siquiera la iglesia de Gladstad, construida en 1864 en madera pintada de blanco. Puede alojar a más gente de la que vive en Gladstad, que pese a ser la capital no llega a los 300 habitantes. Ylvingen es la segunda isla y localidad en importancia, pero no llega ni a los cien.
Está claro que Vega es un lugar muy tranquilo para viajar. Apenas hay foráneos, salvo los antiguos isleños afincados ahora en el continente. Muchos residen en Brønnøysund, el punto más cercano. Desde allí hay que tomar un barco rápido o un ferry para llegar a la isla. Brønnøysund cuenta con su propio aeropuerto. Al no ser fácil llegar, lo habitual es pernoctar en la isla, para lo cual hay varios alojamientos rurales. El Ærfuglmuseet es el museo más interesante y cuenta la historia de la recolección de plumón. Hay otros museos privados como el de Risbakken, instalado en la casa más antigua de Vega. Se pueden hacer tours en barco, por el propio placer de navegar o para pescar. Ya en tierra hay muchos trekkings disponibles. Los hay para avistar pájaros y también hay tours históricos desde Åkvika, en el sur de la isla.
Foto: Ann Elin Bratseth / ruud.trygve
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